OPINIÓN
El que calla otorga
El tráfico de influencia consiste en influir en un funcionario o autoridad pública a través de una situación de prevalimiento para conseguir un beneficio económico a través de una resolución
Quien no presenta objeción alguna y se mantiene callado, da a entender que muestra su aprobación a lo que se ha propuesto. El gobierno no es consciente de la importancia popular otorgada al refranero. El caso Koldo, o sea, el caso Ábalos, mejor dicho, el ... caso PSOE, o mejor aún, siendo más explícito, el caso «Snchz», revolotea en los ambientes parlamentarios, sin menoscabo de los judiciales. Corrupción política sin género de duda, lo expliciten o lo callen, sólo que explicándolo a lo mejor lo entendemos los ciudadanos para poder tener una opinión de primera mano. Es un derecho del ciudadano saber que se hace con su dinero (el obtenido públicamente a través de los impuestos) y por consiguiente, una obligación de los políticos que gobiernan a dar todo tipo de explicaciones. Invoco ahora la transparencia gubernamental como derecho ciudadano y obligación del gobierno a la información sobre las actividades de los organismos públicos, de tal forma que sea creada y esté a disposición del público, con excepciones limitadas, de manera oportuna y en formatos de datos abiertos sin límites para la reutilización. El gobierno hasta la fecha ha dado la callada por respuesta en este caso. Bueno, no exactamente. A preguntas sobre el tema, siempre sale un tal Alberto, novio de una tal Ayuso, sobre hechos ocurridos cuando González (el novio) aún era un desconocido para Isabel (la novia). Además, todo parece indicar utilizando irregularmente la información fiscal aparejada a una inspección tributaria. Una de las del millón y medio de actuaciones de esa índole que se hacen cada año en el seno de la Agencia Tributaria. Que se lo digan si no a «la chiqui marichú», la de la larga lengua y la dicción en «jondo» andaluz.
Echemos la mirada atrás. Retrocedamos en el tiempo. La sempiterna corrupción socialista nos lleva al caso del hermano del hermanísimo. Juan Guerra estaba en un despacho de la Delegación de Gobierno en Andalucía en la Plaza de España en Sevilla. Más de 500 personas lo visitaron durante los seis años (1983-1989) que ocupó un despacho oficial sin que mediara ningún nombramiento oficial, lo que fue reconocido después por el propio hermanísimo, a la sazón vicepresidente del Gobierno de entonces, quien lo catalogó como su «asistente». El despacho era utilizado para actividades diferentes a las asignadas, lo que le valió al hermano del hermanísimo ser acusado en los juzgados por los delitos de cohecho, fraude fiscal, tráfico de influencias, prevaricación, malversación de fondos y usurpación de funciones. Desde entonces el tráfico de influencias ha sido parte de ese oscuro objeto del deseo de muchos políticos. Algunos lo llevan incorporado en su propio ADN, lo que provoca importantes debates científicos, ya que se activa conforme se produce el nombramiento político de muchos y los científicos siguen aun dudando de la secuencia del genoma humano, cuando de un político «profesional» se trata. A la secuencia de 3.2 x 109 nucleótidos, organizado y compactado en 23 pares de cromosomas (22 pares de autosomas y 2 cromosomas sexuales), hay que añadir aquel que activa aquellas conductas tendentes al tráfico de influencias y que sólo residen en ciertos políticos de todo pelaje. Parece que es el último hito de la evolución, el «homus listisimus corruptus».
El tráfico de influencia consiste en influir en un funcionario o autoridad pública a través de una situación de prevalimiento para conseguir un beneficio económico a través de una resolución. Se encuentra regulado dentro de los delitos contra la Administración Pública. El Código Penal español aborda esta acción dentro de los artículos 428, 429 y 430. Para que los implicados puedan ser condenados, no es necesario que la influencia obtenga el resultado deseado. Es decir, que la figura sobre la que se ejerce la presión llegue a tomar la decisión pretendida por los influenciadores. El hermano del hermanísimo fue al banquillo por usar un despacho oficial para hacer negocios. Alfonso Guerra en enero de 1991 dimitía como vicepresidente del Gobierno. Serafín Núñez, había anunciado en un pleno municipal el desbloqueo de un proyecto urbanístico para turistas de élite valorado en 480 millones de euros. El regidor socialista, que llevaba dos años paralizando el plan, justificó su repentino cambio de opinión porque detrás de la operación estaba nada menos que Juan Guerra, hermano del vicepresidente del Gobierno.
El hilo conductor secuenciado como si fuera el propio genoma, fue mérito del periodista Antonio Castro. Se atribuyó a una venganza del político local (alcalde de Barbate entonces) hacia su partido (PSOE), porque no lo habían apoyado con sus aspiraciones de convertirse en presidente de la Diputación de Cádiz. Así comenzaba el «caso Juan Guerra». La actitud del contrariado y despechado forzó la dimisión del hermanísimo como vicepresidente del Gobierno. Un mancebo de farmacia que no se conformaba con regir el municipio. Lo quería todo. Quería regir la provincia a través de la Diputación. Ambición no le faltaba. Preparación intelectual no le sobraba desde luego. Así es la política española, para desgracia de todos los que nos quedamos en meros paganos.
Curiosidades de la vida, el caso del hermano del hermanísimo, ambos socialistas, impulsores de la PSOE SA, «sociolistos» por convicción, fue instruido penalmente en el mismo despacho desde el que Mercedes Alaya dirigió la investigación del caso del caso ERE (delitos cometidos por una red de corrupción política integrada en el seno de la Junta de Andalucía, gobernada por el (PSOE-A) entre 1980 y 2018, y del Sindicato U.G.T., por el que fueron condenados dos expresidentes de la Junta de Andalucía. La mitad de los miembros del gobierno autonómico andaluz fueron acusados por delitos de corrupción política. El hermanísimo se ensañó con la Juez instructora. Curiosidades de la vida, no tuvo el mínimo respaldo por las feministas, cuando fue vejada como mujer por «insignes» (es un decir) socialistas. Ahora, la vicepresidenta del Gobierno acusa a los populares de «machistas» al señalar a la esposa del presidente del Gobierno (Gómez) por su presunta implicación en los casos de corrupción. Estoy consternado y me he puesto a llorar a moco tendido con la aflicción externalizada por la Ministra de Trabajo.
El PSOE ha decidido dar la callada por respuesta en el caso «Koldo», cuando es vinculada Gómez en la trama. Esa táctica (corto plazo) es posible en un principio. La política es estrategia (medio y largo plazo). La conexión de este caso con el otro caso «Delcygate» son palmaria. La táctica de callarse ya no sirve, porque quien calla otorga. En la madrugada del 20 de enero de 2019, a las 00.30 horas, aterrizó en Madrid-Barajas un vuelo privado de la empresa Sky Valet. En su interior viajaba la vicepresidenta del Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, Delcy Rodríguez (la que se refiere a ZP como su príncipe ¡Qué conmovedor y que romántico!). En la zona de aparcamientos de aviones privados hace su aparición estelar Ábalos (ministro de Transporte y secretario de Organización del PSOE), acompañado de Koldo. Fuentes periodísticas han situado también ese día en Barajas al empresario Víctor de Aldama, investigado igualmente en el caso Koldo. Aldama estuvo en el vestíbulo de la terminal privada del aeropuerto durante toda la noche, y se mantuvo en contacto con la vicepresidenta venezolana. Ha dicho Koldo que aquella noche bajaron de la aeronave en la que viajaba la vicepresidenta venezolana 12 maletas, «seis grandes» y «seis pequeñas», que luego se volvieron a subir al avión. No dice si con la misma mercancía, con distinta o simplemente vacías. Como quien calla otorga, la curiosidad del ser humano considerada como fortaleza de este, puede ser entendida como un interés por vivir experiencias, como una capacidad de encontrar cosas, explorarlas y descubrirlas. Es una capacidad innata e instintiva. El ser humano, desde que nace, tiene esa curiosidad, esa capacidad de buscar y preguntarse, de indagar…Yo tengo la curiosidad de saber si es posible que en las seis grandes estaban los 200 millones adeudados por Venezuela a Air Europa y en los seis pequeños estaban las comisiones por los servicios prestados. Y como quieran que nadie da puntada sin hilo, también tengo la curiosidad consistente en los perceptores de esas comisiones por trabajos de toda índole prestado para hacer efectivo el pago de esa deuda. Porque dice el refranero que quien bien trabaja, bien come y su casa alhaja.