Andalucía, de cine
Luis Enrique en el Rectorado
Los dos principales proyectos a los que aspira Granada han germinado en los despachos, pasillos y laboratorios de su universidad
«Está feo que lo diga yo, pero es que somos una universidad muy buena». Lo dice, en la entrevista que centra estas dos páginas, la rectora de la Universidad de Granada, Pilar Aranda. Sólo por una afirmación así, es seguro que se convertirá en ... sospechosa para muchos. Qué dice ésta, sacando cabeza. En este país en que somos tan diestros en el escasamente noble deporte de tirar al que destaca, una afirmación así es peor que Luis Enrique bromeando sobre sus potencialidades como seleccionador (¿?).
Ocurre que en el caso de la institución educativa granadina, algo tendrá el agua cuando los hechos la bendicen. No se trata de su antigüedad, ni su acervo. No es cuestión sólo de atender a los ránkings internacionales que tanto castigan a España, tantas ampollas levantan y tanto se cuestionan. Y que a Granada algo respetan.
La importancia de la institución radica especialmente en el beneficioso impacto sobre el territorio en que se incardina. A estas alturas, no hablamos ya de estudiantes que alquilan pisos o gastan en los bares, aportando a la ciudad su particular idiosincrasia. Ni triste, ni sola cuando se van.
Para determinar el papel que hoy en día está jugando la universidad granadina sobre su entorno hay que decir que los dos principales proyectos a los que aspira Granada han germinado en sus despachos, en sus pasillos, en sus laboratorios.
Tanto el acelerador de partículas de Escúzar como la iniciativa de que la agencia nacional de Inteligencia Artificial vaya a la ciudad de la Alhambra no son ideas que vengan de un político más o menos perspicaz. De un asesor de fogonazos brillantes. Son propósitos diseñados desde el saber y el trabajo de años. Y como tales, hasta la política se ha tenido que plegar a ellos. A su evidencia.
Podría decirse que Granada está como la selección de Luis Enrique: le queda ganar algo, cualquier cosa. En lo del acelerador compite con Japón y la sede de la agencia de IA depende al fin y al cabo de la política... de Pedro Sánchez, échese usted a temblar. A diferencia del asturiano, Pilar Aranda puede sacar pecho por su trabajo de una década como rectora. No está feo que lo diga.
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