Andalucía, de cine
JuguEREs rotos
Que sigan sin pedir perdón. Apelando al argumento del 'no se llevaron un duro'. Continúen sin reconocer el daño causado. Hasta el penúltimo concejal
Compraron voluntades, calmaron a las criaturitas. Pobres. Cuánto están sufriendo. Se engolfaron con sindicalistas sinvergüenzas y otras gentes de dudosa moralidad. La oficina se trasladó al bar, los contratos a las servilletas, las sufridas gargantas se aclararon con hielo derretido. Pilló hasta el Tato, qué ... pena no haber sido agente de seguros bien colocado. Hablando de colocarse, también corrió la coca. Y hubo que correr por ella, que se acababa. En coche oficial la merca sabe mejor. Se asaron vacas con billetes de los grandes. Genios, figuras, hasta inventaron la touroperación para intrusos, de Fuenteobejuna a Jaén con vuelta en el día: servicio discrecional, súbete al bus que verás tu vida resuelta... y la mía.
Conviene recordar, una vez más, nunca será poco, cuál fue el relato de los ERE falsos. Una década de perfecto engranaje da para mucho. Porque a pesar de que la sentencia del Supremo es categórica, drástica y contundente, corremos el peligro ahora de despistarnos, enmarañados en el lenguaje leguleyo. El riesgo cierto de caer en la trampa. Perdernos en el debate único en torno a si el «ancianito adorable», como escribía aquí el otro día Ignacio Moreno, debe ir o no a la cárcel. Que sea lo que haya de ser, pero quizás si se hubiera conducido con menor altivez durante sus muchos años de mando las cosas hubieran sido de otra forma.
Recordemos, no perdamos el foco. La creación de este sistema corrupto fue una decisión política que favoreció al entonces llamado partido único. Gracias a todo lo anteriormente relatado los del PSOE pudieron vivir muy tranquilos, que no es poca cosa en tiempos de zozobra. Ganar congresos, elaborar con tremenda facilidad listas electorales. ¿Y las elecciones? Pues usted dirá. Chupao. Que ya nos hemos encargado de que aquí nadie tenga motivos para quejarse.
Ahora quieren rescribir la sentencia. Pero no pueden. Ya estamos mayorcitos para ciertas cosas. Es bueno dudar, pero no soslayar las certezas. Que sigan sin pedir perdón. Apelando al argumento del 'no se llevaron un duro'. Continúen sin reconocer el daño causado. Así, de arriba abajo. Hasta el penúltimo concejal. Sólo van a conseguir un ejército de juguEREs rotos que difícilmente podrá levantar cabeza. Ellos sabrán.
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