PÁSALO
Ser y estar
Muerdan esto: sin Paco Cervantes el Loco no hubiera sido
El pasado lunes, día de los radiofónicos, la Ser montó en Sevilla un memorial merecidísimo a Jesús Quintero. Contó con los colaboradores, realizadores y guionistas de aquella etapa de la locura radiada de Jesús, donde Eugenio Galdón lo satisfizo colocándole una fuente de rumorosa agua ... califal en el estudio además de un piano blanco, con lo bético que era el majarichi , y un kilo mensual. Pienso siempre en la buena voluntad de estos homenajes donde, la casa, se acordó exclusivamente del Loco que pasó por la Ser. Y no del Loco que estuvo en otras colinas desarrollando el relato de su personaje que le dio la vuelta a la radio como si fuera un calcetín. Resulta imposible que en un programa cupieran todos y cada uno de los que vivaquearon por días, meses o muchos años en la Colina. Pero sí eché en falta a alguien que en esta historia nunca debiera olvidarse. El tiempo pasa y tiene la mala costumbre de borrar de la memoria nombres y personajes imprescindibles para contar una historia y entenderla. Ese nombre no es otro que Paco Cervantes. Muerdan esto: sin Cervantes el Loco no hubiese sido.
Jesús fue padrino guadianesco de Pablo, el hijo más cinematográfico de Cervantes, con bandas sonoras premiadas y que hizo carrera al influjo doctoral del gran José Luís Garci. Y digo que fue su compadre quien lo arrancó de una placita castellana, con sol flojito de invierno, donde se quedó engorilado por una depresión más dura que la de Lehman brother, sentado en un banco y llamando a las palomas para darle mijitas de pan: pita, pita, pita…Estaba irrecuperable para la causa del micrófono. Había tocado fondo en un estanque de mercurio que le comió la sesera, la voluntad y las ganas de volver a ser lo que después sería, casi sin darse cuenta y pasando por rebrotes indeseables de desequilibrio emocional. A Paco Cervantes le debemos que, junto con la farmacopea y algunos apuntes de sicoanálisis, Quintero volviera a tener ganas de ponerse delante del toro de la comunicación.
Paco, su supporter indesmayable, no solo era el productor y el hombre que, en una sesión de trabajo donde se construía el simpático Frankenstein del Loco radiofónico, apostó por los Beatles para darle al programa el nombre de El Loco de la Colina. También era el amigo que le aplicaba la terapia de apoyo necesaria cuando algún mamarracho de Madrid acusaba a Quintero en la prensa de hacer radio de faralaes y, por supuesto, el cuidador personal que, según la hora, le proporcionaba la pildorilla amarilla, la verde, la morada y la roja que tenía prescrita médicamente para que las inconexiones neuronales y las del alma no soltaran chispas cuando más entero se le necesitaba delante del micro. No haber llamado a Cervantes para ese programa de la Ser no solo no ha sido un olvido quizás involuntario. Ha sido una ocasión perdida para que el hombre que fue capaz de convencerlo, acogerlo, arroparlo y blindarlo de los furiosos embates de propios y extraños, nos hubiera hecho conocer cosas que se han quedado en la cara oculta de la luna de aquel impresionante big bang radiofónico. Ser y estar. Esa es toda la cuestión…
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