OPINIÓN
Política exterior
El reto, el ponernos todos de acuerdo en la manera de lograr todo ello con una voz única que también tenga en cuenta los intereses de los ciudadanos europeos
El 9 de junio tendremos elecciones europeas, unos comicios a los que no solemos dar la importancia que merecen o, al menos, no tanta como le otorgamos a las locales, autonómicas o nacionales. Un error, porque las decisiones que los parlamentarios toman en Bruselas, las ... Directivas o leyes europeas, tienen una enorme importancia en nuestra vida cotidiana. Además, es la manera de avanzar en la construcción de Europa para lo que todavía queda un largo recorrido. Un ejemplo, tal como está el mundo, es lo que se refiere a política exterior y seguridad cuyos fines declarados son los de mantener la paz, reforzar y fomentar la seguridad y la cooperación internacional y desarrollar y consolidar la democracia y el Estado de Derecho, así como el respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales.
El reto, el ponernos todos de acuerdo en la manera de lograr todo ello con una voz única que también tenga en cuenta los intereses de los ciudadanos europeos. Por ahora, sin embargo, las decisiones en política exterior europea dependen del consenso de todos los jefes de Gobierno de los países que lo integran y ya sabemos que no siempre los intereses de cada país, o de sus gobernantes, son coincidentes, de manera que, en lo que se refiere a política exterior, cada uno hace lo que le da la gana. Para convencer a los demás hace falta muchísimo predicamento que, en palabras del ministro Óscar Puente, es el que tiene el presidente español que no es solo que tenga predicamento, sino que es el «puto amo».
No estoy en condiciones de discutirle al ministro de transporte esa altísima capacidad decisoria a escala galáctica de nuestro presidente, pero no parece que, hasta ahora, sean muy visibles los resultados tangibles de ese poder. A escala doméstica, y tras cuatro años del Brexit, sigue sin llegarse a un acuerdo con el Reino Unido sobre Gibraltar; los británicos no parecen coincidir con la opinión del ministro de transporte. Argelia anuló este año la visita programada del ministro de exteriores español para intentar normalizar las relaciones entre ambos países, unas relaciones muy dañadas tras la sorpresiva decisión española en 2022 de alinearse con la postura de Marruecos sobre el Sáhara, algo que supuso la suspensión del Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación firmado hace 20 años y la congelación de las relaciones comerciales. Argelia se convirtió así en el principal proveedor de gas de Italia y en el tercero de la UE, en detrimento de España que, hasta entonces, era el principal socio.
Los argelinos tampoco parecen coincidir con la opinión del ministro Puente. Como la pesca es algo que nos afecta muy directamente, solo recordar que la abogacía general europea ha pedido que se ratifique la suspensión del acuerdo pesquero con Marruecos porque vulnera el principio de autodeterminación del Sahara. Desde entonces también hemos roto relaciones con Argentina, con ese esperpéntico cruce de insultos personales, mientras que el reconocimiento de Palestina parece una estrategia electoral que en nada resuelve la terrible situación que allí se está viviendo. Ojalá que Europa avance en lograr una voz común, en línea con sus principios, al margen de las ocurrencias que podamos tener cada uno de nosotros.