Opinión

Incertidumbre para rato

Toca pues ejercitar las neuronas para soportar el verano y ojalá que el calor que está haciendo no nos abotargue la poca o mucha inteligencia que tengamos

Felicidad Rodríguez

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Nunca me ha gustado escribir sobre elecciones al día siguiente de que se hayan producido. Por un lado, porque prefiero desconectar, aunque sea por breve tiempo, de lo que ha centrado gran parte de nuestra atención durante las últimas semanas y meses; pero, sobre todo, porque poco nuevo, nada realmente, puedo añadir a todo lo ya dicho por expertos comentaristas, analistas, politólogos, sociólogos y representantes de los partidos políticos, o a las innumerables interpretaciones, sumas, restas, divisiones y raíces cuadradas que en estos días postelectorales ocupan las pantallas televisivas, los debates radiofónicos e innumerables páginas de la prensa escrita. Lo que me gustaría es que, tras un larguísimo tiempo electoral que viene focalizando nuestro interés desde el mes de mayo con las elecciones municipales, poder tener las cosas medianamente claras sobre lo que deparará el futuro inmediato en el país, y ocuparme en exclusiva de las cosas y problemas cotidianos.

Y, sin embargo, aquí estoy, en contra de mi costumbre y de lo que me apetecería, pensando en los resultados del pasado domingo. La culpa la tiene la incertidumbre. Dos meses de los doce que tiene el año, casi un 17% del 2023, lo hemos pasado en campaña electoral; y no sabemos si ese porcentaje se convertirá en un 67% si hay bloqueo al ganador. Se atribuye al filósofo alemán Inmanuel Kant aquello de que «se mide la inteligencia del individuo por la cantidad de incertidumbre que es capaz de soportar». En el caso de que Kant tuviese razón, estamos ante la tormenta perfecta para que los que se dedican a esas cosas analicen nuestro coeficiente intelectual, porque incertidumbre nos queda para rato. Toca pues ejercitar las neuronas para soportar el verano y ojalá que el calor que está haciendo no nos abotargue la poca o mucha inteligencia que tengamos. No nos vaya a pasar como a la Bolsa que se ha caído ipso facto incapaz de soportar esa incertidumbre. Hasta el viernes, cuando se haga el escrutinio general por las juntas electorales provinciales, no sabremos el resultado de los votos de los residentes en el extranjero y si ello supone el trasvase de algún escaño de uno a otro partido con la subsiguiente nueva suma, resta o división.

Después, durante todo el mes de agosto, estaremos expectantes con las negociaciones de unos y la compra-venta de otros. Así hasta septiembre, cuando en el debate de investidura podremos comprobar, el grado de incertidumbre bajará algo, el nivel que tienen unos y otros de sentido de Estado o si, por el contrario, alguien piensa, emulando a Enrique IV, que Paris – Moncloa- vaut bien une messe o lo que sea que haya que vender con tal de ocuparla. Aunque, ojalá, prime en todos lo primero, y ese sentido de Estado cobre fuerza, también podría pasar que todo siguiese como hasta ahora, pero elevado a la enésima potencia como ya sugieren las declaraciones de Otegui, Rufián o Puigdemont para el que la fiscalía ha vuelto a pedir su busca y captura. Y si persiste el bloqueo al ganador, disolución del Congreso en noviembre y nuevas elecciones a los 47 días que, por eso de los plazos, caería por diciembre. Podría ser el 17, o el domingo 10, justo en el Puente de la Constitución o, incluso, el 24 para darnos la Nochebuena.

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