Opinión
Gracias, Julio
De pronto, sonó una voz cariñosa y algo ronca: «tranquilo chaval. Esto es sencillo...«
Febrero de 2001. Día después de la final del Falla. Plaza de San Francisco de Sevilla. 25.000 personas. Un chaval con sólo 19 años, en primero de periodismo, apasionado del Carnaval y que tenía un enorme marrón por delante. Los maestros de ceremonias Manolo ... Casal y Modesto Barragán, encargados de presentar esa noche carnavalera de la mano de Cajasol habían tenido un problema y no les daba tiempo a presentar la primera agrupación. Emilio Aragón, encargado de organizar lo que se había convertido en una de las citas que más público reunía en la capital, había conocido a este chaval meses antes y le llamó para cubrirlos hasta que llegaran. Dentro de Cajasol, La Niña de mis Ojos y Los Condenaos, sin hablarse y con una tensión en el aire que te arañaba el rostro.
De pronto, sonó una voz cariñosa y algo ronca: «tranquilo chaval. Esto es sencillo. Me ha dicho Emilio que tú sabes hacerlo. Que no te impresione la gente. Sal y hazlo como sabes. Si necesitas algo yo estaré cerca». Ese niño, sin cumplir aún los 20 tacos, se giró y vio a Julio Pardo. Imponente, sonriente, con un vaso en la mano y vestido de La Gaditana. 22 años después es la imagen que recuerdo de mi amigo Julio tras enterarme ayer de su muerte repentina.
Después nos vinieron muchos otros momentos. Cuando le pedí que nos hiciera la música del cuplé de Los Pre-paraos y se lo tomó tan en serio como si fuera para su coro. Su apoyo constante en aquella aventura. O cuando le dije que mi idea era retransmitir para Radio Marca a nivel nacional el Concurso del Falla y dar la final en directo: «cuenta con el coro para todo lo que necesites y conmigo para hablar con quien haga falta». O cuando me llamó como un niño pequeño ilusionadísimo el primer año que iban a cantar detrás de la Esperanza de Triana. «Ya he venido yo aquí a cantar a ver si algún día te animas y sales en el coro, aunque sea sólo para la calle».
O el año de su pregón, que lo dejaron fuera de la final. Recuerdo lo que me dijo en Fragela. Para nosotros se queda.
Su tango me hizo enamorarme del coro, admirar las imponentes voces de su grupo y adorar, más si cabe, su amado Carnaval. Se nos ha ido el bigote, el de la voz cariñosa, el del vaso en la mano y que me transmitió la calma necesaria para subirme ante 25.000 personas y presentar Carnaval. Su imagen, su voz, la paz y seguridad que me transmitió las he tenido presentes las muchísimas veces más que me he vuelto a subir al escenario. Gracias Gordo, siempre en mi corazón.
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