TRAMPANTOJOS
Cazando en los libros de Delibes
No sé si será buena idea enseñar a cazar a los jóvenes, pero sí que leyeran los libros del autor sobre la cinegética
La Consejería de Medio Ambiente va a ofrecer campos de caza a los jóvenes para que se aficionen a las actividades cinegéticas. Estaría bien aprender a disfrutar del paisaje, reconocer las especies, descubrir los hábitos de las codornices y las liebres, entender cómo soplan los ... vientos y disfrutar con los olores recién estrenados del alba.
Por otro lado, la Consejería de Educación implantará en los centros educativos un plan de lectura obligatoria para mejorar la comprensión lectora, que es donde reside el problema de los malos resultados escolares. En realidad se trata de rescatar las lecturas obligatorias que hacíamos los bachilleres para conocer a los clásicos. Sin duda, una buena propuesta.
Quizás se podrían aunar ambas ideas y dedicar un buen tiempo de lectura al gran Miguel Delibes, que dignificó la caza en sus novelas. Todos tenemos en la mente el vuelo de las zuritas sobre la encina cuando se produce la tragedia en 'Los santos inocentes', pero también hemos recorrido con Delibes los caminos de la vieja Castilla, llevando el morral cargado de perdices rojas, esas «patirrojas de ladera», y también de codornices y avutardas. Él nos enseñó la belleza del amanecer y nos describió los olores de sotobosque. Aprendimos a desentrañar el canto de las tórtolas e incluso a intuir lo que lleva dentro la tormenta. Él nos adiestró la vista para seguir la velocidad de la liebre e incluso nos presentó a todos los perros que fueron sus compañeros de caza.
No sé si será buena idea enseñar a cazar a las nuevas generaciones, porque ya advertía el propio Delibes que la actual práctica cinegética poco tenía que ver con lo que él había conocido: la caza sencilla y rústica del hombre libre contra piezas libres en un terreno libre. Hoy las tierras «peinadas y acicaladas» preparadas para la mercantilización de la afición son menos propicias a la ocultación y la sorpresa.
Pero sí que estaría bien conocer el campo y recuperar lo que en realidad ya hacía la Institución Libre de Enseñanza en el siglo XIX: hacer excursiones a la naturaleza para que los estudiantes tuvieran una educación práctica. Como aquel profesor de 'La lengua de las mariposas', interpretado por Fernando Fernán Gómez, que enseñaba a los alumnos los secretos de los hermosos insectos y, de paso, cierta ética de la vida. O como Antonio Machado y Núñez que llevaba a sus nietos a las orillas del Guadalquivir para reconocer las especies de aves de las riberas, una huella que marcaría los versos futuros de Antonio y Manuel. Esas lecciones machadianas quedaron reflejadas en los inventarios de sus cuadernos de campo que hoy se guardan en la Biblioteca de la Universidad que lleva su nombre.
Con los libros de Delibes y del abuelo de los Machado en el morral quizás se fomente una cantera de biólogos, botánicos, naturistas y, desde luego, de buenos lectores.
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