OPINIÓN
Honor y gloria: Gracias por vuestro servicio
Qué dolor genera saber que quienes lo dieron todo, muchas veces se fueron sin nada

Migue y David son los últimos pero, lamentablemente, no son los únicos servidores públicos de placa, porra y pistola que en la provincia de Cádiz, en muy pocos años, han entregado sus vidas mientras cumplían con el honroso y sagrado deber de perseguir el delito. Para mí no hay oficio más noble y bello, por incomprendido que suela ser, que el de ayudar y proteger a los semejantes encima de las botas, debajo de la gorra y dentro de un uniforme. Sé muy bien qué se siente ayudando a las personas en incendios, en accidentes de tráfico y hasta entregándole a las víctimas de robos los objetos sustraídos tras, ¡por fin!, haber detenido a los ladrones. Qué fruición experimenté siempre ayudando a los buenos, sobre todo si era fastidiando a los malos. Incluso disfruté protegiendo a malditos sujetos cuando ellos mismos fueron víctimas de clamorosos ilícitos. Eso es ser policía. Eso es ser un verdadero servidor público, creo yo.
David y Migue, mis compañeros de la Guardia Civil que ahora patrullan el firmamento, seguro que sentían lo mismo que yo. Pero ellos, como este humilde autor, ya no podrán volver a la calle o al mar para, en casi cualquier circunstancia, servir y proteger a la comunidad, a la sociedad, a la ciudadanía. Qué pena más grande da perder amigos y compañeros «perros pastores». Sé bien lo que digo: ya he experimentado demasiadas veces tan oscura sensación. Cuántos corazones huecos conozco ya. Qué dolor genera saber que quienes lo dieron todo, muchas veces se fueron sin nada. Y qué impotencia, rabia e indignación produce ver la filmación del momento en el que dos abnegados servidores de la fuerza pública pierden la vida a voluntad de unos malnacidos, a la par que otro puñado de cerdos bípedos jalean, alientan y aplauden el acto homicida. ¡Qué asco más grande!
Quiera Dios que se haga justicia, sea o no sea «El Cabra» el autor de los funestos hechos barbateños. Confío plenamente en el buen hacer de los guardias civiles investigadores. Pero la autoridad judicial será, como siempre, quien determine los extremos que, a día de hoy, permanecen en la nebulosa de la duda de determinados grupos sociales. Que sea lo que Dios quiera, pero que sea la verdad. La mentira no sería justa. Pero me gustaría, asimismo, que los animadores de estas muertes comenzasen a sufrir, hoy mismo, dolor físico y emocional y que en algún momento de lucidez mental un pensamiento les hiciera entender que esa pena es el pago a su cruel deshumanización. Esa es otra forma de justicia: también creo y confío en la justicia divina.
Honor y gloria a todos los caídos en el cumplimiento del deber. Y gracias a todos los que están dispuestos a darlo todo por todos.