OPINIÓN
Vaya panorama
«Mojarse no es cantar el final muy fuerte y con la mano en el pecho. Mojarse es convertir tu voz en la del pueblo, a riesgo de perder un premio…»
Decían del carnaval de Cádiz que era periodismo cantado. En unos días se cumplirá un año del comienzo de la guerra en Ucrania, donde los muertos se cuentan por centenares de miles en un país devastado. Mientras, en Turquía y Siria buscan desesperadamente supervivientes entre ... los escombros, en lo que está siendo una catástrofe histórica. Ya en clave nacional, tenemos la sanidad hecha unos zorros, la mayor tasa de abandono escolar de la Unión Europea, una tasa de empleo inasumible, ocho mujeres asesinadas en lo que va de año, unas pensiones con un futuro incierto o el incremento espectacular del coste de la vida, especialmente en energía y alimentos. Pues aquí en el COAC lo que más preocupa a buena parte de los autores es si el pregonero ha criticado el concurso actual, si el jurado se portó con ellos injustamente el año pasado o si se les critica en redes sociales. Criaturitas.
Da mucha vergüenza, mucha, ver que el concurso de agrupaciones se ha convertido en un ejercicio de autofelación y ombliguismo, donde son los propios autores los que suministran al concurso los asuntos a tratar: sus propios asuntos. Ellos mismos proporcionan las coplas que serán debatidas en el concurso, replicadas por los rivales, utilizadas en otros repertorios, y que después el jurado deberá puntuar. Lo bochornoso de la situación es que esas letras, además de festejadas por el aficionado, son —y eso es lo peor— bien puntuadas por los jueces, lo que perpetúa el metacarnaval.
Y aún se tiene la osadía desde las tablas de reprender a los aficionados sobre qué se debe o no se debe criticar. Mirad, en las redes sociales estamos ejerciendo un derecho al que vosotros estáis renunciando. Tiene mandanga la cosa. Sé que es una obviedad, pero alguien os lo tiene que decir: no sois imprescindibles. No lo sois. Ninguno de vosotros.
En 1570 fallecía Juan Sebastián Bach, probablemente el mayor espíritu musical que ha dado la humanidad. Solo unos años después de una pérdida tan irreparable, un niño en Salzburgo empezaba a emborronar partituras asomado sobre un clavecín; a él le debemos algunas de las obras más excelsas que se hayan podido escuchar jamás. Tras la prematura muerte de este genio, un joven nacido en Bonn comenzaba a despuntar con un talento desatado, y no solo revolucionó la música, sino también la profesión de músico. Así podría llegar a nuestros días.
Si el concurso ha soportado la pérdida de Cañamaque, el Tío de la tiza, Paco Alba o Juan Carlos Aragón… podrá resistir la vuestra. Seguro. Algún crío estará en estos momentos soplando un pito de caña mientras escucha vuestras cuitas infantiles y quizá sea el que devuelva al concurso la esencia que le estáis arrebatando entre todos. No, no sois imprescindibles. Tampoco lo es el concurso. No os miréis tanto el ombligo que eso hace chepa, queridos.