OPINIÓN
Sangre
«Que estás pisando tierra santa, desde la Viña a la Cruz Verde y callejones»
Dicen que el concurso de agrupaciones del carnaval de Cádiz es un concurso de repertorios. Si algo me queda claro cada año que pasa, es que aquí los repertorios —en letra, al menos— no pintan nada o muy poco. Aquí lo único que cuenta es ... transmitir emoción al público y que su efecto se traduzca en puntos en el palco del jurado. En el Falla lo que pone pitoso a la gente es el olor de la sangre. El público necesita un agraviado, un homenajeado, un terminar el pasodoble señalando al cielo o señalando al anfiteatro; necesita un final de pasodoble en los que algún componente amenace con caer al foso que ocupan los periodistas.
Déjate de plata pura. Olvídate de construir o argumentar una crítica, por necesaria que sea, salvo que ella pueda ser escuchada por el injuriado y requiera réplica. Putin no entrará al trapo, no le cantes. Por supuesto, abandona el piropo: eso solo sirve para cantarlo en antologías. Ya no vende la paz mundial, lo que vende son las guerrillas locales; cuanto más locales, mejor. Las formas han triunfado sobre el fondo. La apariencia sobre lo sustancial. Ucrania queda muy lejos de nuestra tierra y nuestros corazones. Si quieres ganar, emociona al público —y el jurado es público— como sea. Aquí vale todo. No necesariamente con la copla; la copla está sobrevalorada. Lo puedes hacer antes e incluso después. Cada vez es más habitual una introducción, para que circule el runrún por el teatro y cree la expectación debida, o las exhortaciones y opiniones de los componentes —se ve que no entraban en la métrica— al finalizar la pieza. Como si nos importasen. Si no terminas hiperventilando tras terminar un pasodoble, es que algo has hecho mal o no te has entregado lo suficiente. Abónalo antes de cantarlo para que germine apropiadamente. Publícalo inmediatamente después desde tus redes sociales; demos tiempo al jurado a que pueda hacer un comentario de texto con ella.
Si hay que hacer reír, que eso sí que es difícil, tampoco intentes buscar un humor demasiado refinado… piensa en quién te va a escuchar. Nada de sutilezas; con cuplés de drogaína o con olores y sabores de chochos ya se ríe la gente. No te esfuerces. Deja para las callejeras el sarcasmo, el doble sentido, la crítica social y los mensajes con verdadero calado.
Afortunadamente el carnaval es mucho más que un concurso. Las agrupaciones callejeras y romanceros, una vez más, consiguen devolver la dignidad que ha perdido el teatro, cada año más insustancial, con contenidos casi relegados a los de consumo interno. Aprovechen estos días de puente para reencontrarse con el ingenio, la irreverencia, el humor más descarnado y el más sutil. Aprovechen para reconciliarse con la gracia y la crítica que se le presupone a la ciudad. Retrátense, si les es posible, con el libreto o la chapa y regresen a casa sabiendo que han sido unos afortunados por compartir momentos únicos con las ilegales, que, estos sí, regalan lo que tienen sin pedir nada a cambio. Tampoco les regañarán si no les dicen lo guapos e imprescindibles que son para la fiesta. Las calles de Cádiz les esperan. Disfruten.