Vuelta atrás
Se barruntan vientos tormentosos para el mundo, oscuros e inciertos, y nuestros gobernantes siguen con la descalificación barata
Una lectora me comentaba el otro día su deseo de poder leer cosas esperanzadoras, pero me temo que han vuelto a coger sitio la desventura y la calamidad. Me gusta seguir el informativo de nuestra paisana en Antena 3, lo que no hurta que no ... atienda también los de las otras cadenas, si se tercia. Hace unos días veo que ha abierto una nueva sección, que se llama algo así como 'La Buena Noticia', que suena muy bíblico. Se lo agradezco, que uno está harto de tanto desastre natural o provocado, tanto encono, tanto desdén y tanta desfachatez. Que vaya tela la que nos dan ¿Qué día empieza bien para que acabe bien también?
En esta España de nuestras incomprensiones prima la bronca sobre el diálogo. Ni siquiera una «tierra de nadie» para que entre desiguales se pueda buscar lo común que permita vivir mejor. Con los tiempos que corremos, ayer de pandemias y hoy de penurias, el espectáculo que nos dan nuestros gobernantes es deprimente, bronco y pandillero. Para eso no están los ministros de una nación con tanta historia como la nuestra. Ni los portavoces, ni los partidos separatistas ¿Qué consiguen? Que hasta en las familias se enfrente la gente y que en estos cuatro años nos hayamos convertido en el tercer país con más pobreza de la Unión Europea.
Se barruntan vientos tormentosos para el mundo, oscuros e inciertos, y nuestros gobernantes siguen con la descalificación barata. Adolescentes que no quieren hacerse mayores para tener que trabajar. Peleas de patio de instituto. Cuatro años dedicados a cambiarnos la ideología y sin dar un palo al agua de lo que le conviene al país y a la economía de las familias recreando una historia que hace ya casi un siglo que se fue.
Mi querida amiga, lo nuestro en común tiene poco de arreglo mientras que los políticos, nuestros representantes, no vuelvan a la razón del corazón en vez de atrincherarse en la de su partido. Fíjate lo que hacen con el dinero que cada año le «tenemos que prestar» con nuestros tributos ¿Te complacen a ti o a mí?
Hablan ufanos de presupuestos cuando lo supuesto es que tienen el dinero que les hemos dado para que hagan cosas, no para que se dediquen exclusivamente a su ideología, que para ellos será muy buena, pero que no es la del común de todos los que vivimos en esta vieja Nación. Obras son amores, decía el refrán, pero pocas son las obras de todos esos presupuestos cuando no satisfacen las más elementales necesidades de la ciudadanía. Y, encima, todo esto nos coge con Putin apuntando a nuestras cabezas, texto extenso de un largo prefacio que ha escrito para Ucrania.
Pertenezco a una generación que tuvimos unos momentos extraordinarios de sensibilidades. Nuestros padres habían peleado en sus guerras y nosotros queríamos vivir en paz y nuestros padres nos apoyaron. Esta gente que gobierna ahora no quiera saber nada de esto, no resuelven nuestros problemas y encima nos llenan de nuevas cuestiones en sus particulares enconos. Me han venido a la memoria aquellas estrofas de Bob Dylan ¿Cuántos cañonazos aún? ¿Cuánto nos queda aún por oír llorar a la gente? ¿Cuánta gente se tiene que morir todavía en estas guerras para que se den cuenta de que se están muriendo tantos? Ay, querida amiga, Dylan tampoco nos dio la respuesta, se la dejó al viento y quizás le hayamos dado estos años demasiadas alas al viento.
Vengo de hablar con el hijo de un padre fallecido y he podido calmar en algo mis inquietudes. Su padre se fue como el mío también se fue, pero hemos hablado de ellos con amor y añoranza. Ellos nos apoyaron cuando decidimos traer para España la democracia y, créeme, mientras haya hijos que hablen con tanto cariño de sus padres, aún quedan posibilidades. Abrir nuestro corazón, recordar y mostrarnos predispuestos a entendernos.
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