OPINIÓN
We, the People
Mañana, el voto, el derecho más firme y pacífico de nosotros, la gente
Acabose esta campaña ensombrecida con la oscura mancha del fraude electoral destapando el inadmisible manejo del voto por correo que, presuntamente, ha dejado señaladas algunas candidaturas de la izquierda para su vergüenza.
La gubernamental arrancó con Falcon y consejo de ministros. «Cada premio tiene un ... regalo», cada voto tiene un regalo, como en aquellas tómbolas de antaño que se instalaban en las ferias o a la puerta de los mercados. Su secretario general y presidente del gobierno español se ha pasado casi desde primero de año rociando una oferta constante de promesas por cumplir que ya veremos a ver el recorrido de verosimilitud que alcanzan de aquí a diciembre, dejándonos en la natural incertidumbre de que, pareciendo todo ahora tan fácil de hacer como lo anuncia, no se entienda por qué no se habían acometido antes de manera menos histriónica.
Cs taciturno y descolorido, empeñado contra todas las encuestas y siguiendo con su proyecto; Vox sacando pecho y enfrentándose al centro derecha y el PP, estrenando líder, espoleado por ese volcán mediático en que se ha convertido su candidata madrileña. De las periferias ni hablo, son sus cosas hasta que la ley se modernice.
Pero lo que nos convoca, la elección de nuestros ayuntamientos y, en su caso, parlamentos y gobiernos autonómicos por renovar, o séase, la proximidad en la gestión de lo común, se ha ido desdibujando en una pelea de gallos entre los dirigentes nacionales de los partidos en la que, además, y sin tapujo alguno, las izquierdas han subido de manera exponencial la agresividad verbal de tan aciagos recuerdos en esta España nuestra.
Desde mi sentir esta campaña me ha apartado algo de sus contenidos particulares o quizás no haya sido yo capaz de apreciar sus presumibles bondades. Me ha aburrido con toda esa interminable cadena de promesas revueltas que ya ni la prensa parecía seria con tanto conejo sacado al albur de la chistera. Y lo peor de todo, repito, esa agresividad verbal que les digo y que no viene a cuento si no fuere por la rabia que les pueda dar volver de la poltrona a la oposición. Al final, con todos esos sucesos y presuntos fraudes parece que se ha animado algo más quizás por ver cómo podrá influir en las urnas.
Si no tuviera tanta fe en la democracia y en su mejor compromiso que es el voto, de otra cosa les hablaría, pero les digo lo que siento, que esta campaña no me ha producido la misma ilusión que las de antes. Y, para colmo, como traca final porque, además del presunto fraude y posibles sucesos, nos ha traído lo del racismo en el fútbol donde tanto dinero y sentimientos se mueve y donde se ha logrado hacer viral otro capítulo más de la maldita leyenda negra con la que nos vemos obligados a vivir los españoles.
Pero de entre todas las lindezas que he escuchado, la de mayor desparpajo, y mira que las ha habido, ha sido la de esa izquierda empeñada en querer cambiarnos la vida con sus oxímoros empeñada ahora con lo de la soberanía popular versus soberanía nacional, incidiendo más en su abierto desapego con el común de la Nación y contraponiéndola así a la proclamada en el primer artículo de nuestra Constitución, herencia sostenida para España y los españoles desde 1812.
El personaje al que se lo oí afirmaba que el texto constitucional norteamericano ya la invocaba para su Constitución sin pararse a pensar quizás que lo de «people» no va por ahí, ni pueblos ni territorios, ni por partidos ni por mayorías de escaños, sino por la gente. Y que gente en ese contexto significa reunión de individuos, la pluralidad de los individuos que conformamos una sociedad, algo que se nos quieren expropiar para someternos al imperio de los partidos. «Pues ya está».
Mañana, el voto, el derecho más firme y pacífico de nosotros, la gente.
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