OPINIÓN
La soledad del Rey
A los actuales gobernantes se les llena la boca diciéndonos que ellos basan su política en el diálogo pero, lamentablemente, ese diálogo tiene un único recorrido
Otra vez el Rey, el Jefe del Estado, viaja sin compañía gubernamental a un acto oficial en el extranjero al que va representando nuestra Nación en la toma de posesión de un presidente americano. Hace unos días, Illa, al tomar posesión de la presidencia de ... la Generalidad catalana, ha sido acompañado nada menos que por una vicepresidenta del gobierno y cuatro ministros que no tuvieron reparo en abandonar sus obligaciones para apoyar a su compañero de partido.
El regidor de escena se ha asomado ya a mirar entre los pliegues de la cortina así que, en cualquier momento, puede levantarse el telón. Probablemente esté escrito el guion, la selección de actores hecha y la producción garantizada. Todo es cuestión de oportunidad, de cómo, cuándo y dónde, la obra se estrenará.
El muy honorable Presidente de la Generalidad catalana, al acceder al cargo, prometía lealtad al Rey, acatamiento de la Constitución, del Estatuto de su Comunidad Autónoma y demás circunstancias propias de aquella tierra a la que debe servir, pero sin la bandera del Estado en la toma de posesión del que precisamente es el representante ordinario del mismo en aquella Comunidad.
A los actuales gobernantes se les llena la boca diciéndonos que ellos basan su política en el diálogo pero, lamentablemente, ese diálogo tiene un único recorrido férreamente marcado y no se sale de su raíl ni un ápice, que ya lo quisiera el ministro de fomento para organizar lo de los trenes. Van a lo suyo, reparten a sus ministros y a su portavoz la frase del día y, de paso, la del desdén para la oposición con la que nada ha de dialogarse.
Me preocupa todo lo que me tiene que ocupar esa invocación que ha hecho el Presidente de lo federal porque, en mis cortas luces, probablemente, es a lo que pretende llevarnos y así nos lo ha querido dejar caer. Como cuando dijo aquello de, «pues eso».
Es verdad que para modificar la Constitución tendrían que dimitir presidente y gobierno convocándose nuevas elecciones constituyentes, pero eso lo tiene testado porque en estos pocos años las ha convocado varias veces y, aunque personalmente nunca las haya ganado, sí que ha visto que, en la izquierda y demás republicanos, ha sido el que más votos sacaba, así que ya me dirán ustedes qué futuro tiene la cosa porque, cuando las izquierdas trincan bocado, trincan para no soltar, igual que, en lo que les deje esa izquierda, intenten las derechas republicanas también.
De seguida, cortes constituyentes que preparasen un nuevo texto que me atrevo a apostar llevaría el cambio de Estado, o sea, pasar de monarquía parlamentaria a república, más o menos federal al gusto de sus apoyos, porque no en vano, sus socios de gobierno, o sus aliados políticos, son claramente republicanos y además algunos ni se cortan un pelín en hacerle al Rey toda clase de desprecios cuando va a «sus territorios».
Hablar de federación entre iguales es un trampantojo porque lo lógico es que la federación venga de abajo a arriba, o sea, como históricamente se ha venido haciendo, poniendo en común pueblos distintos sus afanes para poder crecer mejor juntos, pero no de arriba a abajo que, ya se ve, que lo que aquí se trata es de buscar apoyos personales y no al Estado. Realmente, su parcelación a estas alturas nos llevaría a la debilitación del Estado para gozo pueblerino de unos y satisfacción de nuestros competidores extranjeros. Y a ver cómo funcionarían los mercados... En la II República se echó al Rey, sí, pero los comunistas se comieron a los socialistas mandándolos al exilio 45 años. A la larga no es fácil la convivencia entre ellos, ni acaba pacíficamente. Europa lo sabe. Y el PSOE de la transición, también. En fin, que el Rey va sin ministro y a lo de Illa han ido cinco.