OPINIÓN

Semana singular

Se habla mucho y sin parar, se repiten a diario mantras e intervenciones que no nos dejan llegar a poder conocer realmente las cosas que pasan

Se ha celebrado en Cádiz el Congreso Internacional de la Lengua Española, la que nosotros, por convencimiento constitucional llamamos castellana y ellos, los separatistas, por su imperativo proceder, lengua del Estado. El evento sobrevenido a nuestra ciudad por las disputas de los peruanos nos ha ... traído movimiento en la calle, mucha atención mediática y, en mi caso, la posibilidad de reencontrarme con amigos de la otra orilla a los que, entre pandemias y otras cosas, no veía hace ya tiempo, circunstancia que agradezco por poder volver a hablar de las cosas que nos gustan y nos unen, del presente y hasta de divagar por lo que haya de venir.

Gente hay con plumas más preparadas para hacer balance de este evento que, tras la obligada presencia de las autoridades siempre estudiosas y ávidas de saber, ha reunido en nuestra ciudad a investigadores, profesores y estudiosos de la lengua, principal vehículo de entendimiento y clara expresión de pensamientos, debates, comparaciones y comparativas.

Siempre me han cautivado los versículos iniciales del primer capítulo del Evangelio de S. Juan: «En el principio la Palabra existía y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios, todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existiera», ese sitio tan egregio que en su texto se da a la Palabra alzándola hasta la misma divinidad y que, aunque sólo fuera por eso, comprenderán ustedes el respeto que a la misma le tengo. Pero estos lingüistas de hoy se han congregado en Cádiz, el puerto que vio salir para el otro Mundo el español y el muelle donde atracaran las bellas voces que de allí nos vinieron a enriquecer nuestros hablares, para debatir sobre la palabra nuestra de cada día, la minúscula de todos los días, la que ha estado reforzando estos siglos ese potencial de unión tan fuerte que hizo reflexionar a uno de sus mejores pensadores aquello tan hermoso de que América se había independizado de la Metrópolis pero nunca del español.

«Fueraparte» de lo que llevo escrito, que según el Diccionario Panhispánico de Dudas debe evitarse pronunciarlo en el habla culta, lo de la palabra me ha metido de lleno también en algo que ya quería yo compartir con ustedes esta semana, lo del parloteo en el parlamento, eso de hablar mucho y sin sustancia, pasatiempo creciente en la «res publica» y que hasta hace pocos días llevó a la desesperación del candidato comunista de Vox, (que aún hoy no sé si es comunista o no y ni siquiera si es de Vox o no), al protestar por los tochos de folios que le leyeron en contestación o réplica el presidente y la vicepresidenta en el abuso de la palabra.

El que habla mucho, hace menos y en esta suerte de complejo social comunista que hoy gobierna la Nación, hablar mucho, usar de la palabra el sonido más que el sentido, me da a mí que tira más a esconder en la escasez del argumentario obligado o en el barullo del parloteo, lo que a los españoles nos interesa saber, mayormente cara a las próximas elecciones donde vamos a ver obligados a dilucidar muy bien el voto.

Se habla mucho y sin parar, se repiten a diario mantras e intervenciones que no nos dejan llegar a poder conocer realmente las cosas que pasan. La inflación en el habla trata de ocultar lo que, por ejemplo, pueda estar pasando en Valencia, lo del «mediador» de Canarias, las clases de familia o los efectos de la sentencia reprobando la conducta del ministro del Interior.

Mañana, Domingo de Ramos, mientras las calles y las plazas de nuestros pueblos acallen la palabra al son de las marchas profesionales, es el día que parece que la vicepresidenta comunista va a anunciar su nuevo proyecto como el viejo PCE que, para su legalización, eligió otro día sin palabras, era Sábado Santo.

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