Opinión

De «profesión», político

En España conviven cuatro expresidentes de gobierno y solo uno volvió a sus quehaceres profesionales

Lo digo porque, si aún me pudiera escandalizar algo a estas alturas de la vida, muy a mi pesar, escucharlo en un programa de radio como resultado de una encuesta realizada a niños y adolescentes, me ha revuelto las tripas.

La cosa iba sobre las ... profesiones que molaban a los encuestados y uno podría volver a oír todo eso de enfermera, futbolista, policía, en los más pequeños, o diseñador, psicólogo, piloto, en los que ya lo son menos, pero no, la respuesta era político.

He sido político activo y creo que, en situación de retirado y ni tan siquiera de reservista, puedo sentirme con alguna autoridad para entrar en ese diálogo. A mediados de los 70, hablando una tarde con don Antonio Fontán, me decía que la política nunca debería ser una profesión, aunque, al ocuparnos de ella sí que había que portarse como un profesional poniendo a su servicio la preparación adquirida junto al ánimo de colaboración en el interés general, pero que siempre convendría tener una profesión a la que volver. Él era profesor y yo, ligado al Derecho, estuve trabajando asalariado en empresas y después autónomo en el ejercicio. Cumplí mi período político al servicio de la sociedad por decisión propia, claro, combinándolo con mi profesión, siempre asido a lo mío, que es como mejor se puede entender lo que es para todos porque formas parte de ese total y sientes mejor la relación entre lo público y lo particular.

He de decir que a lo largo de estos años sí que he ido viendo crecer la carrera política desde la mínima graduación académica, pero con los oportunistas trienios o cuatrienios en la vida del partido correspondiente, ascendiendo así hasta las situaciones de mayor nivel. Al otro lado, la sociedad civil hacía lo que podía con sus esfuerzos laborales, profesionales, comerciales, empresariales o el paro del común de los mortales mientras los políticos se ajustaban buenas retribuciones, a veces descaradamente excesivas, singularmente en el mundo de las empresas públicas competidoras, además, del riesgo del emprendedor, viendo como vemos cómo han ido llegando muchos a la política y como fueron saliendo de ella tan potentados. En la política, como en todo lo que sea servir a los demás, no es que se haya de salir pobre, pero sí moderadamente sostenible, no sirviéndose de los demás.

Con las situaciones sociales y económicas que han alcanzado tantos notables, y no me refiero a los que ocupan los inferiores escalones edilicios, comprendo esa fascinación por la política en edades tan tempranas. Ya se ven muchos políticos, activos o retirados, con demasiados casoplones, cuadras, acciones, depósitos bancarios, consejos de administración, puertas giratorias, etc., que no se alcanzan fácilmente en el ejercicio puro de la política. Y menos en la vida privada.

En España conviven cuatro expresidentes de gobierno y solo uno volvió a sus quehaceres profesionales. Y ya no sé cuántos expresidentes de autonomías. El Estado, con cargo al Erario, les dota de oficinas, personal administrativo de distinto nivel, posiblemente coches, conductores y hasta escoltas de por vida así que, la política se ha vuelto profesión donde triunfar para nuestros adolescentes porque económicamente es atractiva y porque, ya ven, hasta se puede acabar con un retiro dorado viendo pasar las nubes tumbados bajo el sol.

Para recuperar el lícito y exigible respeto a quienes dedican años de sus vidas al trabajo político debe regenerarse esta situación que para los niños de hoy se ha empezado a sentir como una fuente por donde ganar dinero. Ya les digo, yo miraría de otra manera a un presidente del gobierno que, para empezar el día, como millones de sus conciudadanos, se hiciera el café en la cocina él mismo antes de cada jornada y que no le llevaran el desayuno al comedor.

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