El día de la papeleta
España tiene el privilegio de saberse una Nación desde hace siglos, antes que muchos de nuestros aliados europeos, pero sin embargo sobre nosotros se cierne ahora una ponzoña de disgregación
Estoy cansado, muy cansado de ver esta España nuestra que muerde por todos lados, donde una mitad muerde a la otra. De tanto odio, tanta malquerencia y tanto enfrentamiento. De este fratricidio constante que nos hace revivir la España antigua y ya rancia de la ... república y del franquismo, de carlistas y liberales, de criollos que se independizaron para su mejor avío, de inquisidores y validos o de moros y cristianos. De esta España cainita, machadiana, que cada día levanta una mitad para odiar a la otra.
Me podrán decir que ahora a las generaciones de la Transición nos toca declinar el tiempo pretérito pero ya les digo yo que, como nacimos a la política en libertad y en entendimiento, más tendemos al condicional porque es el que puede posibilitar puentes que sustenten el futuro y el presente. Apostamos por la humanidad, que no es mala, sino que algunos la hacen mala. Que está llena de buena gente, que la buena gente no quiere confrontación perpetua hasta el agotamiento, sino que no elude la contraposición de las ideas y hasta de las conductas, que quiere el entendimiento dentro de la desigualdad, que se sabe diversa como en toda casa de vecinos pero apegada al tronco común, a las mismas raíces, al mismo número de la calle.
Ante tantas imágenes de dolor, de frustraciones y contrariedades del pueblo ucraniano que vemos cada día en los informativos, miro hacia atrás en la Historia para volver a ver una vez más cómo se fueron formando las fronteras de las naciones, tantas veces por la guerra desde los más antiguos imperios hasta las más jóvenes repúblicas, pero también tantas veces con alianzas y pactos que las reforzaron dándoles ese sentido de Nación, donde nacemos, de Patria, la que hicieron para nosotros nuestros padres o de Estado, para organizarnos a fin de vivir poniendo en común lo que a todos nos compete así como el aval de nuestras libertades individuales.
España tiene el privilegio de saberse una Nación desde hace siglos, antes que muchos de nuestros aliados europeos, pero sin embargo sobre nosotros se cierne ahora una ponzoña de disgregación que muchos ven ya como mal menor para obtener su propio bien particular.
Mientras el Mundo tenía sus fronteras sin dibujar claramente, nuestros antepasados hicieron de todos nuestros reinos, taifas y condados una monarquía hispánica sustentada en los siglos precedentes visigodos o hispanorromanos. Muchos años antes que tantos de nuestros aliados. Una Nación que en 1812 se definió como la reunión de todos los españoles. Por eso me agota la desfachatez y el desdén de los separatistas y me entristecen sus reacciones en ese caleidoscopio descontrolado de emigrados de segunda generación, aprovechados burgueses o hasta de clérigos y gente sencilla aliados con la ultraizquierda para medrar.
Me agota esta España forzada a tanta abulia mientras se va consumiendo entre incendios, sequías y granizos, entre inflaciones, combustibles y energías imparables, en la que están primando más los intereses de partidos que el interés común. Y no es que no se crea en la división de poderes sino que llanamente no se practica mientras se tienda a dividirlos y enfrentarlos con el mercadeo de tribunales, la división del territorio, la supremacía de los que mandan o el filibusterismo de las cámaras. Me agota esta España a trompa y talega.
Pero los de la Transición aún conjugamos los tiempos presente y futuro ya que, en lo más íntimo de nuestros adentros, soñamos con que llegue el día de las papeletas preparándonos para las urnas porque, aunque ahora todo nos esté costando tanto, algún día esta pesadilla tan gafada podrá acabar. Así que, a informarnos, a conocer lo que pasa, a contrastar las conductas de nuestros políticos, a debatir, porque el día de la papeleta llegará.