Opinión
Esta noche es Nochebuena
«Que tengan ustedes una feliz noche, que no se ocupen tanto de sus cuñados y más de sus hijos, los adolescentes que nos sucederán»
Esta noche es Nochebuena y mañana es Navidad, saca la bota María que nos vamos a emborrachar. Esta noche es Nochebuena y mañana es Navidad, la Nochebuena se viene, la Nochebuena se va... Villancicos así hemos cantado todos los años desde pequeños, unos con lo ... de la bota y otros con la futilidad del tiempo que los humanos pasamos sobre este planeta en el que nacemos, vivimos y moriremos.
Tiene esta fecha más defensores que detractores, que los hay, bien porque no les guste nada o porque les traiga demasiados recuerdos tristes que ensombrecen la jornada como para andar con lo de la bota y los villancicos. Y otros se empeñan en malquistar estas apacibles celebraciones con lo de los cuñados como si nosotros mismos no fuéramos cuñados de nuestros propios cuñados.
Yo, desde luego, no me puedo quejar por los cuñados que he tenido tanto por mi familia propia como por la de mi mujer y, de hecho, son ya 75 años los que tengo y sigo uniéndome un día con unos y al otro día con los otros. Nos lo pasamos bien porque son fechas que predisponen al reencuentro. En cada lado de la familia, dos menús distintos hechos por nosotros, pero compartiendo. Y en ambas veladas muchas ganas de volvernos a ver.
No sé si en ello influirá que la familia de mi mujer es de diez hermanos y la mía de siete, lo que, multiplicando por dos, caso del binomio matrimonial, o por más, caso de nietos y sobrinos-nietos, la verdad es que podemos llegar a encontrarnos una multitud. Y en cada uno de estos reencuentros, el recuerdo perenne de quienes ya nos dejaron pero que vuelven a revivir entre nosotros por las anécdotas que de ellos unos y otros rescatamos para goce nuestro y curiosidad de los pequeños que no les llegaron a conocer.
Yo creo que a lo largo de estos años no he salido a la calle jamás en Nochebuena y, muy pocos, vamos, poquísimos, tampoco en Nochevieja. Concibo las dos noches muy de familia y, a lo más, la segunda, también en casa, con mis amigos más próximos. Lo siento por los hosteleros, pero aún quedan para ellos 363 días. Hay mucha gente a la que la Nochebuena no es que le diga nada sobre la renovación anual del nacimiento del Niño Dios, sino que han ya encajado estas entrañables fiestas en el nutrido almanaque de parrandas y cachondeos despellejándolas de todo cariz religioso y familiar.
Hay gente «pa tó», decía el torero, frase que unos atribuyen al califa Guerrita y otros al Gallo que, ya ven, en tan pocas palabras y con tanto sentido, el maestro que fuere autor de la frase dejó así bien afirmado que creía en la diversidad y en el entendimiento.
No va a servir de mucho, lo sé, porque los curas llevan años los pobres predicando la paz y la concordia al menos para estas fechas y ya ven ustedes la que tenemos liada en España, que hay gente «pa tó». Pero si quisiéramos empeñarnos un poquito, a lo mejor lo pasaríamos bien y no con tantas tribulaciones como a las que nuestros políticos nos están sometiendo singularmente este final de año. En Belén, además de la Noche de Paz, también hubo muy mala leche. Mucho egoísmo e insolidaridad por no dar posada o mucha maldad de un gobernante que se empeñó en cargarse a los niños nacidos allí durante los últimos meses. Y aún más, en medio de tanta felicidad, por el primer éxodo cristiano con la Santa Familia camino al exilio en Egipto en aquellas frías y oscuras jornadas. Y como aún sigue pasando infortunadamente allá por donde cabalguen los cuatro del Apocalipsis esta noche.
En fin, que tengan ustedes una feliz noche, que no se ocupen tanto de sus cuñados y más de sus hijos, los adolescentes que nos sucederán. Los otros, los niños, los nietos, benditos sean. Comerán, cantarán, jugarán y se reirán para irse poco a poco durmiendo hasta mañana, que la Nochebuena se viene y la Nochebuena se va.