Opinión
Y llegó septiembre
Con septiembre han vuelto las malas caras, las fáciles descalificaciones y ese reguero monolítico de vituperaciones de todos los ministros del gobierno
Y tampoco ha venido tranquilo. Los ucranianos no consiguen quitarse de encima a los rusos. Los turcos amagan con disputarle unas islas a los griegos. Los británicos acaban de perder a su reina, que en paz descanse, casi al mismo tiempo que ha cambiado su ... gobierno. Putin corta el gas a Europa y Argelia nos mira de otra manera. La mayor central nuclear europea amenazada por las bombas es capaz de ocasionar a millones de seres humanos un desastre de impredecibles consecuencias.
La naturaleza ahí está, deparándonos una sequía pertinaz y soltándonos los granizos más grandes y dolorosos de nuestra historia mientras España ha estado ardiendo de punta a punta. Como si se tratare de un caleidoscópico esperpento se inicia un curso escolar de cursos pares con una ley y los impares con otra, como no podía ser menos en nuestra singular política nacional de las dos Españas machadianas.
Ahí les tuvimos el otro día en el Senado más preocupados de sí que de nosotros. Pedro Sánchez con sus cosas, Feijoo con sus propuestas y, entre medio, la otra con su habitual pestiño de independencia y república. Todo bien aliñado en un parlamento aún más divido por algo tan banal como la corbata que me hizo recordar a Alfonso Guerra con aquello de que, «el que se mueva, no sale en la foto» porque, claro, el escaño bien que vale un cuello desabrochado.
Los españoles nos hemos enfrentado ya a la dura realidad de una economía en la que nos han metido los señores sin corbata que ya quisiera yo que pudiéramos salir de esta situación, por lo menos, como cuando aquellos «hombres de negro» nos la querían liar teniéndonos ya casi acogotados, porque de estos descorbatados, de momento, no sé si podremos escapar.
A lo del inicio del curso escolar, súmenle por lo menos, el subidón de los precios en electricidad, gas, combustibles, cesta de la compra, hipotecas... O el desempleo y la inflación. ¿Qué dicen y hacen los ministros para procurarnos ese Bienestar Social del Estado que les encomendamos? Sabemos del Bienestar del Estado Social porque lo tenemos visto con todos esos veintitantos ministerios, tantos vaivenes de impuestos y tanta opacidad de los servicios públicos parapetados en agobiantes citas previas.
Y porque ahora parece que han vuelto a esforzarse en ese desagradable empeño de injerir a su antojo en el único poder de los tres que aún queda independiente, el judicial. Si acaso, y hasta donde puedan llegar, dentro se ha optado por el camino populista de dar el pez en vez de la caña y, fuera, donde todo el mundo juega a su avío, a nosotros, como en lo del Sahara, que nos toquen los líos.
Con septiembre han vuelto las malas caras, las fáciles descalificaciones y ese reguero monolítico de vituperaciones de todos los ministros del gobierno que, como rezaba aquel antiguo sello discográfico, salen al unísono a despotricar.
Mientras, los sufridos españoles miramos no sólo en cómo llegar a final de mes sino en qué día del mes llegará ese final porque septiembre nos ha traído lo que nos trajeron julio, junio, mayo y demás meses y años desde enero de 2020, que suben los gastos y que no llegan los ingresos.
Desde aquel 'váyase, Sr. González' al 'qué parte del NO no entiende usted' hay un trecho. Ambas pueden ser posturas imperativas y, naturalmente, comparables y comentadas, pero la del 'NO ES NO' no pasa la prueba del algodón.
Pues bien, quedan nueve meses para las elecciones y mucho me temo que estos políticos nuestros de nuestra mochila seguirán con su performance mientras que nosotros, los de fuera, quedamos para hacer números de cómo sobrevivir porque, como decía el otro día Macron, la etapa de la abundancia ya se ha acabado.