El Apunte
Gaza y Ucrania
Se acerca la Navidad y, mientras en los hogares de España se busca serrín para remedar en sus belenes los suelos de Tierra Santa, en Gaza e Israel mucha gente sigue muriendo entre rencores y enconos, los rehenes siguen presos y reina la desolación
Dos conflictos, diría alguien políticamente correcto, pero son dos tragedias. Una, la más reciente, tiende a tapar la otra, la anterior, pero son dos pueblos castigados por ambiciones políticas envenenadas, odios y codicias. Demasiada sangre vertida y mucha destrucción.
Poco se conoce de las vicisitudes ... que, por una u otra sinrazón, sufren estas dos naciones que poco tienen en común que no sea la violencia que padecen y la juventud casi adolescente de su organización como Estados ya que las dos entraron en el mapa político no hace tantos años, una reconocida como país de pleno derecho por la ONU y la otra por algunos países y sólo como observadora en esa ONU, pero las dos sufriendo la guerra y el abatimiento de sus gentes.
De Ucrania es imposible olvidar el genocida Holodomor con el que los comunistas rusos llevaron a la muerte a más de diez millones de ucranianos hasta la extrema inanición cuando gobernaba Stalin, como imposible olvidar ese millón y medio largo de judíos masacrados por los nazis de Hitler. De Palestina, el enfrentamiento de ese pueblo con el israelita que nos suena desde el Antiguo Testamento pero que, desde 1948, vienen atizándose el uno al otro periódicamente.
Parece mentira que después de tantos siglos ajustándose este planeta para configurar fronteras donde poder vivir los seres humanos con sus costumbres y sus credos, o donde poder desarrollar un proyecto común de convivencia y prosperidad, sigan cabalgando por encima de sus territorios todavía los cuatros temidos jinetes con tanta saña.
Por una o por otra razón en Ucrania los misiles de Putin destruyen vidas y ciudades, sus drones descargan violencia y sus buques disparan toda clase de bombas. Y por una o por otra razón los dirigentes del gobierno de la Franja decidieron de pronto echar al galope esos cuatro caballos del Apocalipsis, cruzaron la frontera y desataron la ira de Israel.
Dos pueblos invadidos ahora por una o por otra razón, porque todos esgrimen su razón para hacer que valga su sinrazón. Dos pueblos asolados, de huérfanos sin padres y de padres sin hijos, con sus urbes destruidas, sus campos minados, sus puertos bloqueados o sus tumbas llenas de muertos sin nombre.
Cuando Rusia volvió a traspasar la frontera y los ucranianos se dieron de bruces con tan poderoso ejército prepararon a su pueblo para lo peor mientras diseñaban su defensa. Se enfrentaron a esta agresión de manera muy distinta o, quizás, con otros resultados de lo que ahora está pasando a orillas del Mediterráneo. Buscaron en las naciones de alrededor asilo para sus niños, sus adolescentes o sus madres y generaron un movimiento internacional de solidaridad.
¿Por qué los gazatíes que asaltaron las fronteras del vecino no han encontrado esa hospitalidad en los países de su entorno? ¿Qué o quién lo impide? Es un territorio mucho más pequeño, claro, con un punto fronterizo con Egipto y poco más, pero ni por mar ni tierra han conseguido de sus vecinos más inmediatos asilo o corredores de seguridad por los que puedan escapar de ese infierno sus niños, mujeres, mayores o enfermos.
Se acerca la Navidad y, mientras en los hogares de España se busca serrín para remedar en sus belenes los suelos de Tierra Santa o se encienden en nuestras ciudades toda clase de luminarias y brillos que recuerden copos y carámbanos como los de Ucrania, en Gaza e Israel mucha gente sigue muriendo entre rencores y enconos, los rehenes siguen presos y reina la desolación.
Aquí tampoco hemos empezado bien este tiempo político que podría ser de paz y de entendimiento con esta paradoja que se empeña en mezclar la memoria histórica de los hechos pasados con la amnistía de los recientes. Mientras, nuestros alcaldes compiten en paz a ver quién pone más luces o el árbol más alto.
Ver comentarios