OPINIÓN
El 4
La Historia está para saber, pero no para repetir si no fuese en las cosas buenas, que las malas ya costaron muchas vidas
Como todavía estamos en cantares de lotería, a causa de las terminaciones en las que pueden acabar los premios, el comienzo de este año 2024, entre muchas cosas alegres y buenas, desafortunadamente me ha traído también al magín las cosas que pasaron en otro año que igualmente acabó en 4.
En España, con todo esto de la memoria histórica, se habla mucho de lo que pasó desde el 36 en adelante, y no está mal. Es bueno que se conozca la historia y se la tenga presente, pero toda, que se explique bien, especialmente a los educandos para que crezcan con todo ese acervo que suponen los hechos y los gestos de las personas y de las colectividades que nos han precedido. Pero con rigor científico, con claridad de ideas, nunca con pasión de ideología, porque eso sería desvirtuarla y confundir a quienes tienen todo el derecho de saber claramente qué hicieron o dejaron de hacer sus padres, abuelos, bisabuelos o tatarabuelos y, así, quizás, poder reconocerse mejor ellos.
La Historia es una de las mejores experiencias con las que la humanidad puede seguir su camino hacia adelante. Todas las ciencias, como todas las artes y demás disciplinas, suelen tener una asignatura que se ocupa de la propia, como pasa con los estudios de Derecho, Medicina, etc., o como pasa en las entidades mercantiles, las cofradías o toda clase de asociaciones que la guardan celosamente en sus archivos, anales, memorias o actas. Y hasta en la propia prensa, con todo ese bazar de noticias abierto y constante que forma la hemeroteca universal.
A mí, iniciar este año con lo del 4 y su singular terminación, me ha traído al presente aquel 1934 y lo que pasó en aquellos duros e ingratos tiempos que enzarzaron a los españoles en otros de sus atávicos desvaríos enfrentando a unos y otros por hacerse con el poder. Como también inquietante que sigan siendo los mismos agentes que ahora están en la pomada los que anduvieron por aquellos andurriales que acabaron como acabaron y que dio pie a lo que dio pie.
Que si la Esquerra Republicana, que si el PNV, que si el PSOE o que si los comunistas y anarquistas, que no era tantos, como tampoco ahora lo son, pero que hay que ver la que armaron. Republicanos de izquierda o liberales, centro y derechas, siempre difusos en su agrupación y propensos a cambiar el nombre de su equipo, donde se alineaban los monárquicos, los de la CEDA o los de Lerroux. O partidos de mono o camisa azul. ¿Y qué se consiguió? La explosión de la cuestión catalana o de la vasca y alterar por años la convivencia ya dañada desde entonces, una enciclopedia política a la española.
Sólo han pasado noventa años y, digo sólo porque esta gente se ha propuesto revolver todo lo que se encuentren en el baúl de la historia haciendo raya donde quieren, expulsando todo espíritu de entendimiento con el que hemos convivido los españoles los últimos cuarenta y cinco años e intentando recortar para hacer de su interesada historia paradigma de un presente que conforme nuestro futuro, cosa curiosa viniendo como vienen tantos líderes y gerifaltes de izquierda del sector de la enseñanza. En definitiva, mutilando así el valor de conciencia social que realmente puede encontrarse en la Historia. Y como ejemplos, dos guindas, que España empiece en 1812 o la Transición en 1983.
Por ello, y por aquello de la profecía autocumplidora y esas cosas, yo no voy a comprar en esta ocasión ningún décimo que acabe en 4 para desenredar de sus entresijos la idea de este fario que les cuento. La Historia está para saber, pero no para repetir si no fuese en las cosas buenas, que las malas ya costaron muchas vidas, mucho dinero y, lo peor, tanto encono, que nos ha llevado a los españoles a perder muchos trenes de progreso y tener hoy que aviarnos con coger un ferrobús.