OPINIÓN

Y también dos huevos duros

Nuestras infraestructuras públicas de aguas están de lástima

No cambian. Anuncian elecciones y arranca el bombo de las promesas. Triste sino el de nosotros, el noble pueblo español que, a estas alturas de la vida, cuando la mayor parte de los que formamos su Nación ha llegado a ciertos niveles de progreso, se ... enfrenta en la época de caza electoral a esa constante postura casposa y caciquil de la promesa. ¿De verdad creen que nos merecemos en cada proceso electoral todo este teatro?

El candidato gobernante que se somete al voto, antes de brindar al sol con sus promesas, debe comparecer ante el electorado justificando cómo llevó a cabo en su mandato aquellas otras promesas que prometió. Y el candidato aspirante, detectando lo que sigue siendo necesario para la sociedad, explicando por qué no se hizo si se prometió y qué propone para que nos comprometamos. Aquí no, aquí todo vale porque nadie lleva cuentas de lo que se dice en campaña.

Vamos a ver, hacer hay que hacer, claro, pero mantener lo que está hecho y pueda seguir siendo aprovechable también está claro, que el mantenimiento no es un gasto, sino apropiada inversión. Hay cosas que están bien hechas por unos o por otros, que hay que cuidar para que puedan seguir sirviendo, porque no podemos estar tirando todo por la borda y queriendo hacer todo nuevo para quedar mejor que nadie.

Véanse los descarados gastos, por ejemplo, de nuestros gobernantes en sus residencias oficiales y fíjense en esos carros de combate que estaban inmovilizados prácticamente para desguace que, en estas pasadas semanas, lo que ya estaba en desuso y costando dinero, por la mentalidad severa y cuidadosa con el dinero público que tiene la Milicia, ha hecho posible que hasta les puedan valer a los ucranianos en su gravísimo conflicto.

Nuestras infraestructuras públicas de aguas están de lástima. Se pierde agua a raudales, el campo está que trina, la economía temblando y el futuro pinta gris. Habrá cosas que, si se mantuvieran bien y se hicieran más, desaladoras, canales o embalses, volverían a darnos el más preciado de los bienes, la «muy útil y humilde y preciosa y casta» agua. Se recogería mejor y se llevaría a destino con mayor satisfacción de los usuarios, pero ahí tienen la que se desperdicia sin que a nosotros nos llegue la preocupación más allá de nuestro grifo mientras a nuestros políticos, lo del mantenimiento tampoco, que eso de mantener las obras de otros, como que no.

Este 2023 toca viviendas así que, ya saben, en 2027, según se promete, 183.000 familias españolas podrán tener vivienda social, que bien podrían haberlas empezado en 2019 y no tendríamos ya este problema sobre la mesa. Pero da igual, no pasa nada, porque mientras el tiempo huye, se desvanece le necesidad, piensan tan seguros de sí. Por eso ahora toca viviendas, sin tener ni tan siquiera terrenos ni proyectos aprobados y teniendo que buscar, probablemente, ayudas de cualquier Ferrovial. Más huevos duros también.

Esto de las viviendas y los alquileres desde el gobierno no es nuevo en España y como, quiera que todos estos estatistas tienen aún en su ADN metido profundamente el franquismo, no se han desprendido aún de aquellas leyes que llenaron las ciudades de barriadas y los campos de núcleos urbanos de aquel Instituto Nacional de Colonización y del IRYDA, o la poderosa Ley de Arrendamientos Urbanos de los 60 que convivió con el socialismo hasta 1994. Nada nuevo bajo el sol.

P.S.- Ha pasado más de un mes y Sánchez no ha dicho nada de por qué le escribió al rey de Marruecos, abandonó a los saharauis y nos indispuso con los argelinos. No sé si nuestro Rey lo sabrá ya, pero la soberanía nacional, que reside en el pueblo español, no. (Artículos 63º y 1º de la Constitución). Lo del cese de la ministra de Exteriores sí que es del presidente y de sus valores.

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