Descanse en paz

Cuentan que le 'recriminó' a su pariente, nuestro Rey Emérito, sugiriéndole, «Juanito, los reyes no abdican, se mueren en el trono». Y bien que lo cumplió con esos setenta años que acabaron a principios de este mes a pie del tajo hasta el último de sus días recibiendo horas antes de su óbito a la nueva primera ministra. La Reina ha muerto, viva El Rey.

Todo esto y muchas cosas podrían justificar la atención de la prensa por el fatal suceso pero, más allá de su natural atención, los españoles, singularmente a través de la televisión, no sé yo si no hemos estado en esto hasta más presentes que los propios británicos, no sólo por los programas llamémosles informativos, sino que muy principalmente también por los de entretenimiento o por esos que hacen de su labor mezcla de ambos.

Posiblemente ahora se conozca más de la cuestión monárquica inglesa que de la española porque, además, los profesionales de lo del protocolo, siempre atentos y callados, sean de Estado, de instituciones civiles, militares, laicas o religiosas, han sido los opacos agentes de tan colosal oferta informativa. A una responsable de una de sus organizaciones le oí precisamente que sólo se saben quiénes son ellos no cuando lo hacen bien, sino cuando sale algo mal.

De todo esto se puede sacar una conjetura que, se quiera o no, tiene su base, que la monarquía, frente a la república, tiene su aquél. Podremos recordar funerales de encendidos ceremoniales y que aún quedan vivos en nuestra memoria, como el del presidente Kennedy con aquel caballo que, con el sable del comandante en jefe y su bota, acompañaba al mandatario en su último viaje por las calles de la capital norteamericana. O a su hijo pequeño haciendo el saludo militar. Como podemos comparar el funeral del último presidente que tuvo la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y de tantos otros mandatarios republicanos, pero ninguno atrae tanto al español como el que están celebrando los realistas británicos con ese sentido tanto de continuidad como de unión, ante tan fatídicos momentos.

Yo no creo que los directivos de los medios ni los representantes de sus accionistas hayan hecho esta colosal apuesta en vano y, más, tratándose de una soberana de un país que, a lo largo los siglos se haya venido llevando de aquella manera con España. Dicho sea, en valor de nuestros dos últimos Reyes, que D. Juan Carlos y la finada Dª Isabel hicieron posible que, por primera vez en la Historia, un monarca británico visitara nuestra nación con la de veces que, al contrario, los españoles han visitado su Albión. Y, estirando el rizo un poco más, estos capitanes de empresa sí que han debido de pulsar que la sociedad española es bastante propicia a la monarquía cuando han gastado tantos esfuerzos y tanto dinero para transmitirnos casi al minuto todos estos acontecimientos, vamos, que no se iban a arriesgar por perder público enfadado al verse despojados de los contenidos de sus habituales programas, sino más bien que han dado una respuesta al interés de los españoles para que conozcamos más y mejor el valor que tiene para un Estado democrático y constitucional instituciones como la Corona sin desdeñar la estima que por ella existe en nuestra población pues, no en balde, son muchísimos los siglos con ella frente a esa escasa decena de años que duraron ambas repúblicas.

Dos Reyes y dos Reinas de España han sido invitados al funeral de su pariente la extinta Reina de los británicos.