Opinión

Debates liberales

Para nosotros, los comicios nos llevan al máximo clímax por nuestra natural predisposición a sentir ese momento como lo más importante de nuestro corolario

Veo a mis amigos liberales más cercanos debatiendo por la proximidad de las elecciones. Para nosotros, los comicios nos llevan al máximo clímax por nuestra natural predisposición a sentir ese momento como lo más importante de nuestro corolario. Dar el voto es muy serio porque ... sabemos que ponemos en manos de otros nuestras libertades y, de ahí, que atendamos con cautela la opacidad de los partidos y tratemos más de mirar quiénes van a ser parte de sus listas para tratar de entender si respetarían sus promesas.

Durante estos cuarenta años ha ido generándose en España mayoritariamente el voto de centro. Desde la social democracia hasta los populares, donde algunos de sus altos líderes tienden al liberalismo tratando de mantener sus principios. Sobre el escenario, la incógnita de Cs o lo que no chirríe demasiado en Vox, los partidos comunistas con todas sus siglas y los exclusivistas partidos nacionalistas, que no los regionalistas, que son los que, desde sus rincones más queridos, saltan a la palestra electoral sin discutir la unidad de la nación española.

Los separatistas sí merecen párrafo aparte porque, aunque se pueda encontrar en algunos de ellos ciertas afinidades, es de singular rechazo ese egoísmo tan localista de no participar en el común si no es para llevarse a sus lares lo mollar que más les convenga y con la vista siempre en deshacer algún día los lazos con nuestra vieja Nación.

Queda el sanchismo, que ahora se apoya en el sopor que oculta sus terribles desaciertos legislativos o económicos favorecido por toda suerte de chismes y charlatanismos que, con tanta facundia, nos regalan tertulias radiofónicas y televisivas. Pues eso, lo de la gestación subrogada y demás monotemas acostumbrados de «nuestras celebridades» que sirven para ocultar la gestión política ya que no hay programa de televisión que no dedique un montón de horas al día para hablar de estas cosas. La discusión de hoy parece que gira en torno al esperma del difunto, fíjense, como para llevarse las manos a la cabeza. Hablar en pro o en contra que del mismo resulte un ser vivo con su particular ADN cuando se nos ha querido tapar la conciencia con aquellas largas discusiones de que el feto inicial nada significaba en la construcción de una vida y que por eso podía ser abortado en el camino de la gestación.

A mí me preocupa hoy otra clase de ADN, el político. En España aún vivimos un notable apoyo a la gestión estatalista, un gobierno personal que nombra y cesa políticos a su voluntad y que gusta del decreto como norma principal de legislación. Nos balanceamos entre un estatismo de izquierdas, el más decretista, y un estatismo de centroderecha, el que menos, pero ambos espacios ansiosos de hacerse con las herramientas del Estado más allá de las preocupaciones de los individuos a los que gobierna. Y ésta debería ser la verdadera preocupación, el avance imparable del Estado y del gasto público sobre el individuo y, por ello, la caída creciente de la pérdida de las libertades de cada día, así como de la economía. Eso es lo que más me preocupa a mí. ¿Qué harán los electos en el futuro, crearán mayor Estado y gasto o dejarán sitio a la sociedad para que sea capaz de tirar para adelante con sus propias e inherentes responsabilidades?

Es Sábado Santo, la Semana Santa se acaba y mañana será Domingo de Resurrección, tiempo propicio, más allá de cultos y procesiones, para suscitar también reflexiones políticas. El Rey ha firmado la disposición para que se celebren elecciones y el pueblo, nosotros, los individuos que conformamos la Nación española, en poco más de mes y medio, hemos de esforzarnos por acertar quién merece nuestros votos por otros cuatro años más, que hasta el rabo todo es toro. Estad atentos.

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