Cosas de cultura

Debe ser tratada, no sólo con el orgullo de saber que se tiene, sino con la profesionalidad de cómo se cuida y, cómo en este caso, hemos de esforzarnos para que se conozca por el mayor número de individuos

Esta semana empezó muy bien porque el lunes almorcé con cinco señoras compartiendo mesa y tertulia con tan gratas damas. Una verdadera y enriquecedora delicia. El almuerzo lo organizó Carmen Zamora, esposa de nuestro inolvidable José Pedro Pérez-Llorca, como tantas otras veces en las ... que, a lo largo de estos años, hemos tenido la dicha de vivir juntos. Le eché, bueno, todos le echamos mucho de menos otra vez porque hubiera sido para él un mediodía de apreciable solaz en casa de nuestro amigo Pelayo.

Con Carmen nos sentamos Charo Vargas, Felicidad Rodríguez, Soledad Becerril, mi mujer y yo para vernos y hablar de muchas cosas, de tantas como ahora pasan en España, a su derredor o hasta por el Mundo entero. Y de las nuestras de cada día. También de Cádiz, por supuesto, y bastante del turismo y de la oferta cultural que a nuestra ciudad tan bien le viene carente como es de otros suelos industriales.

Creo que no veía a Soledad desde que vino a la UCA a recibir su birrete. Junto a ella, a mediados de los 70, inicié públicamente mi compromiso político entre aquellas añoradas siglas preconstitucionales de Libra, S.A. o del PDA de la Federación de Partidos Demócratas y Liberales que liderara nuestro añorado Joaquín Garrigues y, además, ambos fuimos miembros del primer Comité Ejecutivo Provincial de UCD en Sevilla donde por entonces trabajaba y vivía yo. Un Comité de aúpa para un joven licenciado que, de pronto, se encontró sentado en la misma mesa de decisiones con tan insignes Catedráticos de su Facultad de Derecho como fueron Clavero, Gutiérrez-Alviz o García Añoveros. Y hasta de un abogado del estado, Serrera. Por los liberales accedimos Soledad y yo que cerrábamos el círculo.

Como era natural, la cultura ocupó importante parte de nuestra charla, máxime teniendo en la mesa a una ex Ministra del ramo que, tras Federica Montseny, la única que lo fuera en toda la II República, no estaría de más recordar a los más jóvenes que Soledad fue la primera española en nuestra actual democracia que obtuvo cartera ministerial. Cosas de la política, una libertaria y, la otra, liberal, porque con tantos gobiernos socialistas como entonces hubo, el PSOE no nombró de entre los suyos a ninguna mujer.

Soledad se había llevado un buen chasco al visitar nuestro Museo Provincial y no poder acceder a las salas donde, entre otras cosas, se exponen las colecciones de Murillo y Zurbarán, ya que, según se le dijo, estaban cerradas al público más días a la semana por falta de personal, cosa que no debería de pasar en una ciudad como la nuestra que entre su oferta turística tiene que tener abiertos y en todo esplendor sus tesoros.

La cultura, bien sea como depósito de artes y conocimientos de una nación o como constante y adelantada preocupación de saberes y sentires, tiene que ser objeto de mimo y atención para conocernos y que se nos conozca, huir de sombras y opacidad mostrando y cuidando ese patrimonio que hoy está en manos de la administración aunque también en manos de la Iglesia Católica, amén de en tantos otros espacios particulares visitables. Y debe ser tratada, no sólo con el orgullo de saber que se tiene, sino con la profesionalidad de cómo se cuida y, cómo en este caso, hemos de esforzarnos para que se conozca por el mayor número de individuos.

En fin, líneas melancólicas de otro verano que se va. Mientras, en un país hispanoamericano que se dice hermano, vuelven a alterarse las formas y se saluda al presidente de «la república del Gobierno de España», Macron niega a Sánchez el paso del gaseoducto, Argelia elige Italia para exportar su gas y a nosotros se nos abren las entrañas con lo que nos viene, inflación, altos precios, impuestos, restricciones, sanciones y más filibusterismo parlamentario.

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