Opinión
El cuento de la buena pipa
Reconozco que aún me hago lío con la nueva nomenclatura de las comunicaciones y con su uso
Que yo sea el quinto entre los siete hijos que tuvieron mis padres no significa que haya sido niño más años que mis hermanos, que también lo fueron, sino que, por encima de mí, ya existían esas adorables cuatro personas que nos han venido precediendo ... a mis dos hermanas menores, igualmente adorables, como a mí. Por razones paralelas tuve siempre un buen número de primos hermanos que han ido viviendo por delante pues, no en balde, mi padre era el menor de sus hermanos y mi madre era también la menor de los suyos, así que con este panorama ya dirán dónde podía quedar yo en ese lío generacional.
es cuento esto porque, como todos los niños, al menos todos los niños de antes que nacimos sin televisión y sin maquinita con la que contactar por Internet, la tradición que recibimos fue principalmente oral, quizás la última de las tradiciones contadas en los pueblos de nuestro entorno.
Reconozco que aún me hago lío con la nueva nomenclatura de las comunicaciones y con su uso. Con decirles que, si alguien dice, por ejemplo, que se ha olvidado la tableta, les prometo que, lo primero que me sigue viniendo al magín es la de chocolate, sí, de esas que, cuando había, nos repartían por onzas. O si me apuran, por mis recuerdos más infantiles, puedo rescatar sin fallo aquellas que nos mandaba D. Fernando, el médico que venía a casa cuando alguno de nosotros se ponía malo, y le decía a mi madre al salir, a éste una tableta por la mañana y otra al irse a acostar.
En fin, tras este desahogo entre lo doméstico y lo familiar, déjenme que traiga a colación lo del cuento de la buena pipa que es de lo que les quiero hablar esta semana. Y es que, a mí, como a muchos de ustedes, estoy seguro de que, en aquellos primeros años de la vida, nos lo largaron hermanos o primos mayores cuando querían entretener su aburrimiento con nosotros.
¿Quieres que te cuente el cuento de la buena pipa? Y, claro, pobrecito de mí, aún criatura inocente que tanto agradecía la atención que me pudieran deparar los mayores, durante algún tiempo estuve diciendo que sí y tuve que escuchar de inmediato aquella retahíla de que «yo no te he dicho que me digas ni que sí, ni que no, sino que si quieres que te cuente el cuento de la buena pipa». Y así, hasta la rendición.
Pues bien, la ministra de Hacienda, a quien muchos años antes creo recordar tuve la oportunidad de oír cuando era alto cargo de Salud de la Junta de Andalucía, con ese deje suyo tan peculiar, ya tenía entonces entrenado su cuento de la buena pipa en su larga carrera política porque sí, la Sra. Montero, Licenciada en Medicina, con 20 años ya era presidenta de la Comisión de Marginación del Consejo de la Juventud de Andalucía, así que fíjense el entrenamiento que puede tener en esto de contar en política el cuento de la buena pipa. Ayer a los andaluces y hoy a todos.
No hace aún muchos días ya quiso explicar a su manera en Andalucía lo de la financiación singular de los catalanes que la legada con amplio mandato del Dr. Sánchez suscribiera con la Licenciada Rovira de ERC, pero es que, días después, lo ha bordado en el Senado exponiendo a sus atónitas Señorías su peculiar versión diciéndoles que lo que es, es lo que está escrito y, lo que no es, es lo que no lo está.
Y, claro, cada vez que estos neo-socialistas dicen algo, ya sean Sánchez o Montero, ya sean los demás ministros de los que no tengo el gusto de recordar el nombre de todos, me quedo como cuando era niño y me preguntaban si quería oír el cuento de la buena pipa porque todavía no sé qué cosa sea esa pipa tan buena como nos cuentan.
Este lunes, una nueva generación iniciará su primer curso escolar, como cada año. Probablemente sabrán lo que es una tableta, pero creo que tampoco aprenderán cuál sea la buena pipa del cuento.