Opinión

Cinco días de abril

Ahora se nos ha echado encima a los españoles este retiro del presidente del que tampoco sabemos nada, que es la peor manera de hacer crecer el bulo y la mentira

Al comienzo de los 70 se estrenó una película titulada 'Siete días de mayo' en la que, por la ficción del cine, se narraba la semana que supuestamente tuvo que tragarse la sociedad norteamericana ante la posibilidad de un golpe de estado que presuntamente iba ... a llevar a cabo un general de su ejército.

En esto de aquellas buenas películas de suspense político, lo que está pasando ahora también me ha traído a la memoria 'Trece días', filme que trataba sobre la oscura amenaza que se nos echó encima cuando la crisis de los misiles, aquellos que Kruschev quiso implantar en Cuba prácticamente frente a las costas de La Florida, angustia muy del cine de la época que trasladaba a la sociedad la preocupación de sus dirigentes y que podría habernos llevado a una III Guerra Mundial.

Es más. Vivimos estos días en el planeta expectantes de lo que pueda pasar con Irán e Israel conociendo el 'modus operandi' de ambas naciones en este nuevo e inquietante giro que ha tomado el doloroso conflicto generado en la Franja de Gaza entre Israel y Hamás. Nos está dejando a todos atentos a lo que pueda estallar cualquier día, con miedo a lo desconocido y a esa falta de control que la sociedad no puede apreciar en su verdadero contexto porque no lo conoce.

Pues bien, muchos nos acordaremos de aquella cancioncilla popular que nos cantaban nuestras madres para entretenernos. «Ahora que estamos reunidos, vamos a contar mentiras, tralará», como la parte festiva del engaño, pero también de lo que se nos contaba en aquel bello cuento musical que se llamaba, miren por dónde, 'Pedro y el lobo'. La canción que les recuerdo era una cosa pacífica y como muy loca con esa suerte de cosas tan dispares que les pudieron pasar a quienes salieron de aquel campamento con hambre de siete días, pero lo de Prokofiev sí que venía con moraleja, que decir tantas mentiras llega a ser fatídico porque al final nadie te va a creer en tu verdad.

Ahora se nos ha echado encima a los españoles este retiro del presidente del que tampoco sabemos nada, que es la peor manera de hacer crecer el bulo y la mentira.

Con esa carta que nos ha mandado a 'la ciudadanía', cinco son los días que el presidente del gobierno se ha dado para trasladarnos a los españoles su incertidumbre mientras él, en su soledad, se ha quedado como Hamlet en su soliloquio preguntándose si ser presidente o no, y, claro, estando las cosas como han venido siendo y estando, la cuestión más recurrente que se nos plantea es qué haya de verdad en estas líneas.

Si su dolor y estupor se los produce las miradas que la oposición y la justicia han puesto en su esposa, puede entenderse como ante cualquier persona que se encuentre en dicha situación, pero es que al presidente estas artes no le vienen de nuevo, sino que han sido una constante en todos estos años en los que la descalificación personal de sus rivales y, lo que es peor, de los familiares de sus rivales, ha sido artículo de uso constante.

Los jueces no son políticos sino funcionarios del Estado que han ganado su plaza por oposición y aplican las leyes que hacen los diputados y senadores. Unos instruyen y otros juzgan. Por en medio transcurre un verdadero camino, el proceso que, a veces, sí, se hace demasiado largo. Puede entenderse lo doloroso que pueda ser para él que a su esposa le cite un juez, pero a él y también a los de la otra bancada con que llamen a sus familiares, aunque al final no prosperen tantas acusaciones.

Termino con Julio César por aquella frase que al mismo se atribuye: «la mujer del César no sólo debe ser honrada, sino parecerlo», vale, pero muchos son los estudiosos que no la ven así, sino que en verdad lo que dijo fue, «mi esposa ni siquiera debería estar bajo sospecha».

Pero eso es ya es otra cuestión.

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