En busca del voto perdido
Que el dinero fluya por las manos de quienes saben usarlo, no de quienes sólo tienden a gastarlo y endeudarnos a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros nietos
Algo huele mal en La Moncloa. No conocemos los entresijos de los presupuestos que ha acordado la parte del gobierno socialista con la vicepresidenta segunda consigo misma ya que, según decía el portavoz de Podemos, ni el ministro de las recetas culinarias, ni las biministras ... de los derechos sociales o iguales, ni el silente ministro de universidades los conocían, que se han enterado por la prensa. Y no digamos de los aliados de investidura.
La derecha vasca tiene que estar ya cogiendo moscas y lo que antes fuera convergencia catalana la tenemos de momento expulsada del gobierno de su Comunidad. Tengo el pacífico privilegio de no tener ni que plantearme su elección, pero no sé qué pensarán de todo esto aquellos votantes suyos que antaño fueron de formaciones centristas o de liberales conservadores. Ellos los padecerán. A mí, de unos, me queda lo de la palabra de un vasco cuando dejaron tirado a Rajoy y, de otros, la pérdida de aquel centrismo por sus cosas y la locura del independentismo. Sus izquierdas les laminarán.
En un país como el nuestro, supuestamente entre las primeras economías europeas, a la hora de presentar los presupuestos, estos señores del aparato público se han subido los sueldos y, antes que bajar sus enormes gastos, se nos presentan ahora cual pretéritos señoritos o caciques repartiendo duros para cazar votos.
Aquel fatídico 8 de marzo nos cogió la vez. Y no culpo solamente a los gobernantes porque diputados, senadores, parlamentarios autonómicos o concejales, todos los electos de todos los colores, fueron responsables cuando claudicaron con el cerrojazo y comenzara esta era del abatimiento social de los españoles. De entonces a acá se nos ha ido vendiendo la idea de que el Estado lo arreglaría todo.
¿Estado de bienestar social o bienestar del Estado? ¿Estamos razonablemente satisfechos los españoles con sus servicios? Un poner, ¿que al mismo tiempo que ellos se suben sus sueldos nos suba la luz, el gas, la cesta de la compra, el material escolar o la gasolina? ¿Agradecidos a esos teléfonos desesperantes de la administración que nadie coge y a esas peticiones de citas previas tan difíciles de obtener en unos programas informáticos que se caen o están saturados? ¿La efectividad inmediata de sus compromisos como la dependencia o el mínimo vital? Mira que hay funcionarios en este Estado, cerca de 3 millones y medio además de todas esas ONGs y empresas que, a menor coste, se contratan por doquier para una función pública paralela o concertada. Somos un país de más de 47 millones de habitantes con casi cinco millones y medio de inmigrantes y otros veintitantos millones de españoles que están en casa, estudiando o con alguna pensión. Y sólo 17 millones de personas del sector privado para construir riqueza y empleo.
A mí me gustarían unos presupuestos de cuidar al que lo necesita, sí, no faltaría más, que para eso debe ir principalmente al Estado el monto de los impuestos, para la solidaridad, pero también de apostar por los que buscan incentivar el empleo y la riqueza, desde el asalariado que con su paga justa contribuye a comprar lo que se produce hasta el que por su propio empeño lo crea. Que el dinero fluya por las manos de quienes saben usarlo, no de quienes sólo tienden a gastarlo y endeudarnos a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros nietos. Estos presupuestos que ellos llaman sociales me suenan como los más antisociales porque se han preparado para un pueblo en el que no se confía, del que se desprecia sus posibilidades de emprendimiento, un pueblo al que hay que cuidar porque piensan que no sabe cuidarse de sí mismo. Dan el pescado, pero no la caña ni la sabiduría para pescarlo.