OPINIÓN
¿Y los ayuntamientos, qué?
Pero el mar ya nos tiene más que avisados tragándose los arenales de nuestras playas y acercando sus aguas a la ciudad
Cuando era colegial y llegaba el Domund, en clase nos ponían en grupos y el profesor pintaba en la pizarra con tizas de colores una suerte de probetas que cada día iba rellenando según nuestras limitadas aportaciones que alcanzaba su culmen al final con lo ... que viniera en aquellas huchas de indios, chinos o africanos por las que competíamos para ir a postular.
Me viene esto a la cabeza porque no hay día en el que los informativos dejen de bombardearnos con los euros que da cada administración y, a lo que se ve, parece que en la pizarra va ganando la Generalidad.
Hace un mes desde que rugieron las aguas y las cosas siguen como están. Mucho dolor, mucha pérdida y un lícito enfado. Aún quedan alcantarillas atoradas, casas, garajes, calles o negocios inviables y vamos a ver qué pasará con el curso y vertido de aguas fecales o toda clase de líquido contaminante de tanto vehículo apilado.
Como muchos más siento esta catástrofe, pero me llama la atención cómo la gran disputa vaya entre gobiernos central y autonómico y no se hable de los ayuntamientos. O yo no lo capte. Porque son, con la autonomía, los competentes en la ordenación de su territorio, dónde construir edificios o dónde trazar polígonos, avenidas o calles.
La ordenación natural de un territorio, en mi modesta opinión, iría mejor si se aceptara el curso natural de todo cauce de aguas, sean estas de un río, de un humedal o de una humilde torrentera. Y hasta del mar. Y de esto, por la singularidad de su clima y de su geografía, deben saben bastante los levantinos con tantas ramblas que tienen.
Desde hace ya años el precio de las viviendas en la capital o sus alquileres se han disparado contribuyendo a que muchos municipios próximos se hayan visto desbordados con tanta obra hasta la misma ribera o desarrollando polígonos industriales y comerciales por donde pudieron circular antaño las aguas, pero las aguas no olvidan sus cauces por muy secos que estén y, cuando llegan lluvias torrenciales como éstas, vuelven de nuevo a su sitio con ese ímpetu arrollador que, allí, el angostamiento producido por tanto impedimento de edificios, coches aparcados y aceras ocupadas, ha multiplicado casi hasta lo infinito.
Todo esto no ha pasado en los últimos años, ya, viene de lejos, pero ha ido creciendo en esas localidades receptoras de nuevas familias en sus municipios porque la gente debe tener casa. La sociedad actual, además de viviendas adecuadas, demanda comodidad, infraestructuras y servicios modernos, médico cercano o colegios próximos. Y también la gente del campo que va saliendo de sus lugares para irse hacia esas nuevas poblaciones donde encontrar nuevas seguridades porque se estaban quedando solos.
Desde Cádiz parece fácil hablar de estas cosas porque no tenemos ríos, pero aquí se ha ido cogiendo terreno al mar y no solo a ambos lados del arrecife que nos une a la península, que ya hubo tentaciones con aquel Cádiz-3 que se proyectó u otras iniciativas que no llegaron a prosperar. Pero el mar ya nos tiene más que avisados tragándose los arenales de nuestras playas y acercando sus aguas a la ciudad.
Aún hoy en la provincia se sigue tentando al drama como con esa incomprensible agresión del municipio de Gibraltar rellenando de tierra y piedras su playa para construir apartamentos que se han cargado hasta la vista del Peñón desde el Mediterráneo ¿Qué efectos nocivos podría producir eso mañana en La Línea, en sus playas, en sus barrios o en su pesca?
En fin, a lo del tubo en la pizarra. No sé si el dinero que por ahora está llegando de Madrid sea el del Consorcio de Seguros que se nutre con las cuotas que pagamos todos los asegurados, pero, en cuanto a los actuales ayuntamientos y concejales, con la que ha caído, mi ánimo por lo que están haciendo.