OPINIÓN
Argentina - España
Jamás pensé que, en estos tiempos, tendría que ver a los dirigentes de España tan enmarañados y, tan de repente, metidos en un lamentable conflicto diplomático
Confieso que unir los nombres de estas dos naciones me trae más fácilmente al magín la final de una copa internacional de fútbol o recordar algún renombrado jugador de aquel país desde Di Stéfano a Messi en nuestra liga española que otra cosa, porque jamás ... pensé que, en estos tiempos, tendría que ver a los dirigentes de España tan enmarañados y, tan de repente, metidos en un lamentable conflicto diplomático originado por políticos nuestros tan pagados de sí mismos y tan frívolos con las buenas costumbres de unas relaciones internacionales admitidas.
Para muchos españoles del siglo XIX y principios del XX, Argentina ha sido tierra de promisión. Y no digamos para andaluces y gallegos. He estado sólo una vez en Buenos Aires, hace ya tiempo, pero me llamó sobremanera la atención ver más de un centro sanitario allí con la Cruz de Santiago en su fachada.
Acabada nuestra dolorosa guerra civil, muchos españoles encontraron cobijo en aquellas tierras, como Alberti o Falla. O como tantos otros que dieron también gloria a España en el exilio. Sánchez-Albornoz, Jiménez de Asúa, Pérez de Ayala, Chacel, Casona… y así, hasta un largo sarmiento de luces y de sabiduría. Ni tampoco olvidar a quienes han estado viajando y aún viajan allí por mor de las artes, ciencias o letras. Ni olvidar una industria editorial que durante muchos años nos surtiera de libros en nuestro común idioma, Emecé, Losada o Espasa, cuando aquí ni se encontraban, con un especial recuerdo hoy por aquella Colección Austral de ajustados precios que en Buenos Aires se iniciara con «La rebelión de las masas».
Por los años cuarenta y algo más, España sufrió hambre, muchas carencias y un duro aislamiento. Gobernaba entonces en Argentina el General Perón y en España, el General Franco, y se consiguió de aquel país una singular ayuda especialmente de trigo y carne, de cuyas benéficas consecuencias, siendo aún muy niño, fui involuntario testigo cuando, viviendo como vivía en la playa, (en invierno no se veía ni un alma y para mí todo el campo era Castilla…), acompañaba a mi hermano Nacho a pescar a la Bahía o a buscar «coñetas» u ostiones en torno al foso de Cortadura, muy cerca de la Zona Franca donde, por encima de su valla, se podían apreciar las altas pirámides del cereal desembarcado en sus muelles.
Pues bien, estos dos siglos de mutuo entendimiento han sido puestos en cuestión por Sánchez y su ministro Puentes, el de los trenes con retraso. Uno por descalificar y despreciar al candidato Milei y el otro por hacer desafortunadas gracietas con aquello de que el Jefe del Estado de Argentina ingería «sustancias», por lo que ni se ha disculpado ni Sánchez le ha cesado.
Milei, para mí, no es un liberal al uso, porque aparentemente no se presenta con tolerancia, generosidad o templanza, como tampoco entienden de ellas nuestros gobernantes si no nos montamos en su carro, pero en él se han topado estos socialistas con la horma de su zapato dejándoles atrapados en sus propias redes.
Yo no comparto, naturalmente, esa conducta de Milei. Como no comparto las gracietas ni las descalificaciones gratuitas del peor ministro de Transportes que hemos tenido, máxime cuando el destinatario de las mismas sea el Jefe del Estado de una nación hermana a la que tanto deben España y muchos españoles del exilio o de la emigración.
Ítem más, parece que, faltando a una larga tradición, tampoco el presidente de nuestro gobierno felicitó al Jefe del Estado argentino en su elección, ni mandó a ningún ministro que acompañara a nuestro Jefe de Estado, el Rey, que sí fue a su toma de posesión.
En fin, cosas de esa política exterior tan personal que tampoco con nadie más comparte y que así nos está cayendo encima a los demás. Y Argentina son los argentinos de aquí y de allí.
Ver comentarios