Opinión

Antecedentes, haberlos, haylos

Qué pena da la casta política que tenemos. Todo el día vituperando al contrario en vez de estar preocupándose de lo que a todos nos interesa

Puede ser hasta normal oír decir que lo de Brasilia no tiene palabras, pero sí que las tiene. O al menos las tenía más explícitamente en el Código Penal del gobierno de González porque, con el de Sánchez, habría que ver cómo entender esta cuestión ... con algún capo huido al extranjero, con algún indulto adecuado, con la supresión de algunos delitos o con algunos nombramientos de cargos por aquí y por acullá.

Tarascadas de éstas las ha habido en estos años de toda clase. Deleznables todas y haciéndonoslo pasar todas muy mal. Desde los escraches hasta esos aldeanismos de declarar persona 'non grata' al Rey en San Cucufate o la de aquellos junteros que quisieron callarle si no los hubiera expulsado de la Casa de Juntas Garaicoechea con el apoyo de políticos como Benegas o Viana.

El asalto al Congreso en 1981 retuvo secuestrados casi una jornada a gobierno, diputados, periodistas y trabajadores hasta que ese Rey, antaño aplaudido y hoy arrastrado a un exilio forzado, puso las cosas en su sitio devolviéndonos nuestra aún incipiente democracia. Dos fotos, una fija, la de Don Juan Carlos al día siguiente del suceso rodeado de todos los líderes y otra cada 6 de diciembre mostrándonos el techo de su hemiciclo.

Llegamos a pensar que podrían superarse los odios y enconos que habían enfrentado tantos años a izquierdas y derechas, a los separatistas con los demás, a los supremacistas frente a los que no formábamos parte de su Rh, cada uno con sus aspiraciones, pero qué va. Con el advenimiento del 15M retrocedimos a niveles americanos, hoy brasileños, ayer peruanos, anteayer venezolanos o norteamericanos. 'Extrema se tangunt'.

Volvieron las asonadas como la del parlamento de Cataluña donde las masas obligaron a su gobierno a subirse en helicóptero. O la de 'rodead el Congreso' cuando Rajoy o, no hace tanto tiempo, cuando Juanma Moreno iba a tomar posesión de su cargo.

Prima el bochorno de faltarnos el respeto quienes deberían ser personajes de los que, por su condición de elegidos, de ellos se desprendiese cordura y equilibrio para dejarnos a los demás que construyamos la España de cada día. Nuestro viejo Rey exilado lo consiguió, pero no habían pasado ni treinta años y la izquierda lo reinició.

Qué pena da la casta política que tenemos. Todo el día vituperando al contrario en vez de estar preocupándose de lo que a todos nos interesa. Siempre enfadada, contradiciendo. O chuleando de que unos son más que otros.

No son de admirar estos políticos, no. No se desprende de ellos ningún aura que estimule. Aburren al más paciente mientras la población cada día les va perdiendo cualquier clase de veneración. Y lo que es peor, mientras se va despegando de ellos por la ansiedad de tanta incertidumbre, descolocada por tantos cambios y recambios legislativos o por nombramientos tan aprovechados. Esperando casi desasosegados cada día el informativo por ver qué pueda ocurrírsele ese día a los políticos. Eso sí, ellos, todos los días, con su reunión de pastores, su argumentario y, hala, a repetir por doquier el pensamiento común.

¿Trabajan para nosotros o para sus partidos? ¿Empatizan ustedes con el lenguaje de nuestros gobernantes? ¿No ven dos mundos, el nuestro y el suyo, que ya no se encuentran? Con estos mimbres ya me dirán. Pero, caramba, hasta dando por buenos sus particulares currículos laborales y hasta sus carencias, además de tanto insulto y tanta confrontación, ¿qué hacen por nosotros? ¿Qué hacen porque podamos sentirnos bien?

Llegar a los extremos, estirar tanto el odio y el enfrentamiento, puede acabar en que la sociedad, convenientemente cabreada y harta ya de tanta bronca, en un mal día estalle y, en un dislate, le dé por arramplar cualquier Brasilia o cualquier Bastilla que se le ponga por delante.

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