La izquierda y sus mantras

Aviones, coches, agentes de seguridad, puestos en las empresas afines o innumerables cortes de asesores personales. Y no voy a repetir lo contradictorio del casoplón con su antiguo piso en una barriada o lo de los viajes a los Estados Unidos

A la izquierda le van los mantras. Jessica E. Petrino, en su trabajo sobre 'La propaganda del movimiento bolchevique', cita a Jean-Marie Domenach recordando que, según Lenin, «lo principal es la agitación y la propaganda en todas las capas del pueblo». Y a fe ... mía que lleva haciendo lo mismo más de un siglo repitiéndose, incansable, como la gota de agua que una y otra se repita hasta ahormar la estalactita.

Acabamos de pasar otra campaña electoral y hemos vuelto a sufrir un rosario laico de palabras huecas, frases repetidas y manifestaciones añosas, toda un racimo de antiguas reivindicaciones a las que vienen sumando en estos tiempos lo de su memoria democrática. Como tienen su derecho a ello, han ido 'okupando' la televisión hasta la pacífica quietud de nuestros hogares, aunque justo es decirlo, no sólo de propaganda vive la tele sino también de otras cosas como esa admirable película de Konchalovski que el otro día, en blanco y negro y en formato cuadrado, muy 'vintage', veíamos mi mujer y yo. «Queridos camaradas», premio especial del Festival de Venecia en 2020, sobre la masacre de Novocherkask, verdadera memoria democrática.

Pero es que nuestras izquierdas son así, ancladas en su pasado. Donde se hicieron con el poder reina la opacidad y la propaganda. Donde quieren hacerse con el poder siguen repitiendo sus viejos mantras de enseñanza, sanidad y desmilitarización más allá de su asumida vocación de definir quiénes seamos o no demócratas, arrinconando y despreciando a quienes no comulguen en sus principios, aunque, después, ellos, en sus maravillosas vidas privadas, como decía el otro Marx, hagan exactamente lo contrario.

Es bastante difícil ver en la izquierda a un líder que se empobrezca con la política, todo lo contrario. Y más si tienen la suerte de vivir en una sociedad libre como quiere ser la nuestra, de ésas que llaman desdeñosamente capitalista porque, mientras están en el poder, lo pasan de maravilla usando sin pudor alguno lo público, eso que los sufridos contribuyentes ponemos a su disposición para que lo hagan con discreción y racionabilidad, no para su pompa y ostentación.

Aviones, coches, agentes de seguridad, puestos en las empresas afines o innumerables cortes de asesores personales. Y no voy a repetir lo contradictorio del casoplón con su antiguo piso en una barriada o lo de los viajes a los Estados Unidos que tanto dicen despreciar pero por los que se pierden para ir conocerlos e incluso para llevar a sus hijos a estudiar. Ellos, a lo suyo porque, hagan lo que hagan, en esta marea de comicios tras comicios, siguen ahí con sus mantras, sin caer en el desánimo, hasta que llega el carguito.

¿Hablar de sanidad en un gobierno de izquierdas que no supo acometer esta terrible pandemia del C19 y que aún hoy duele tanto no saber cuántos compatriotas fallecieron y cómo murieron? ¿O de enseñanza, ellos, que mayoritariamente provienen de ese campo laboral, más bien de ese campo sindical, si nos atenemos a los informes PISA y a esa retahíla de leyes reguladoras de la educación siempre peor la última que la anterior? ¿O de desarme, aquí, flores, cánticos y besos, pero allí el silencio más descarado ante las agresiones por las armas de los países de su condición?

Ahora la vicepresidenta salta al escenario para sumar. Y con los mismos mantras, ya verán. Con tanta presencia televisiva y tantas declaraciones «del presidente y yo», con todos los respetos para ambas, su postura tan mediática, que no la ideológica, me ha hecho traer al magín a esa artista que, a lo largo de los años, ha ido cambiando de nombre pero no de imagen, ni de forma de cantar, tal es la inflación de presencias televisivas que sufrimos desde los programas informativos hasta los de entretenimiento.

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