Obituario

El dueño del color

En memoria de Luis Gonzalo González González

Antonio Ares

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Desde hacía varias semanas el arcoíris se encontraba compungido. Tanto abanico de colores, tanta serpiente multicolor, tanta paleta de tonos cálidos y plácidos, tantos matices desde los tenues hasta los ácidos. Y todos empezaron a virar al gris, primero de un modo sutil y de pronto todo se oscureció. Y llegó la negrura intensa en forma de dolor para acabar con una esperanza que todos los que lo apreciábamos, y sobre todo su familia, albergamos hasta el último hálito. Llegamos a pensar que ese color negro resistente sucumbiría a tanta fuerza y vitalidad como tenía su caja de colores. Como la mancha negra que se extendía por el mundo, acabando con la bondad y la solidaridad, descrita en la novela titulada «Momo» de Michael Ende. El negro se había instalado en ese eje Jerez-Cádiz, que tanto amaba y tanto coloreo. Nuestro Maestro del Color, Luis Gonzalo González González nos ha dejado. Su fuerza había intentado evitar la marcha hasta el último momento. Mi mujer y yo tuvimos la suerte de conocerlo en nuestra juventud. Una exposición itinerante en el Museo Provincial de Cádiz, corrían los años setenta del siglo pasado. Con veinte pocos años exploraba técnicas pictóricas con clara de huevo. Con sólo escucharlo se te contagiaba una vitalidad de la que no podías deshacerte, te entraban ganas de seguirle y de participar en su proyectos. Además era curioso e inquieto. Indagar lo nuevo y desconocido. Hombre de ciencia y de arte a partes iguales. Artista renacentista de los que están en peligro de extinción. Las tablas, los lienzos, las telas, las sedas y los azulejos. Los acrílicos, las acuarelas, las resinas, los óleos, los lápices y los barnices. Los vinos de Jerez, las conchas de las playas gaditanas, los nácares y las piedras finas. Sus técnicas y sus materiales imperecederos. Sus patentes que cruzaron el Atlántico en muchas ocasiones. Su buen gusto y su estética alegre y colorida. Sus perfiles negros y sus figuras a medio hacer, sus definiciones entreveradas y sus personajes reconocibles. Sus retratos y sus lances taurinos. Sus fabulosas colecciones y sus donaciones sin miramientos. Sus hiperbólicas aficiones lo llevaban del cadimos de mucha antigüedad en preferencia a la Semana Santa más esplendorosa, del Carnaval más colorido a la goyesca tauromaquia. Su Barrio de la Plata, su Laguna, su Pescadería Vieja, su abarrotado estudio de la calle Pereira, su Casa de las Artes. Académico a carta cabal y Ateneísta militante.

Su sonrisa socarrona daba al traste con cualquier replica. Departir tertulia con él te llevaba a ese aprendizaje que no está escrito. Su verbo fluido te obligaba a estar al quite. Todo en Luis eran proyectos ilusionantes. Por delante aún le quedaban muchas cosas por hacer.

Y el día de los abuelos, del que tenía repóquer de ases, llegó el color negro y acabó con el dueño del color, que siempre sintió como suyas la luz de Cádiz y la esencia de Jerez.

¡Va por ti Amigo Luis!

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