El apunte
Sindicalismo en extinción
Las reinvidicaciones no caducan, surgen nuevos problemas, pero ya no son las herramientas para solucionarlos
Las mismas caras, los mismos andares, el mismo sitio y la misma hora. La misma división. Un año más viejos, un año más tarde. El Primero de mayo es igual que el último y sufre irremisiblemente el terrorífico paso del tiempo. Quien no avanza, retrodece, ... máxime en estos tiempos tan cambiantes a velocidades de vértigo, y los sindicatos comienzan a convertirse en reliquias, en vestigios de un pasado romántico, y no en los auténticos representantes de los trabajadores.
Hay olor a polvo y armario cerrado. Un fue pero ya no es ni probablemente será. El descrédito de este colectivo tan manoseado por intereses particulares ha ido restando adeptos. Los casos de corrupción son imperdonables, siempre, y aún más en este sector; el ayer fraudulento de algunos, el marisco rancio y podrido, se ha digerido muy mal por esta sociedad que en gran parte tilda a sus líderes de paniaguados, de defensores acérrimos de su poltrona y traidores de lo común. Y lo peor es que no sólo lo dicen sus antagonistas, sino que el fuego amigo es quien ha calcinado la esperanza de muchos que depositaron sus ilusiones en sus manos. Para nada.
Son pocos y están divididos. Los tradicionales aprietan para no perder su cuota de poder e intentan sacar músculo aunque sólo sea el 1 de mayo; los rebeldes, revolucionarios, extremistas, se marchan a la acera de enfrente porque no sienten que esta lucha es compartida. Y hasta se puede comprender al ver que en la trinchera de UGT y CCOO aparecen esos representantes políticos como aliados cuando realmente la protesta es contra ellos, contra las autoridades y los Gobiernos.
Con el fin del franquismo y los albores de la Transición, casi uno de cada dos trabajadores estaba afiliado a un sindicato. Ha menguado tanto que hoy apenas suponen el 14% en España. Influyen factores externos y globales, sin duda. La individualización de la sociedad, la caída del contrapeso del marxismo y el triunfo aplastante del capitalismo, la pérdida de conciencia de clase, la polarización y la falta de confianza en la pugna colectiva... Pero en otros países como Islandia, los nórdicos, Bélgica o Italia están muy por encima de los guarismos españoles, pírricos, a la cola de la sociedad occidental.
Resulta fundamental una reflexión que a tenor de lo observado nadie está dispuesto a realizar. Lo cierto es que sus reinvindicaciones no caducan, siguen vigentes e incluso emergen nuevos problemas y conflictos. Pero ya no son ellos las herramientas para solucionarlos. Y es palmario el riesgo de que, más pronto que tarde, sean una especie en extinción. 'Eso' de lo que hablaban nuestros abuelos.