APUNTE
Predicar sin dar trigo
Al ayuntamiento le ha podido más la urgencia electoral que cumplir una de sus promesas más repetidas
Municipalización. Ese fue el 'mantra' más repetido por José María González 'Kichi' para llegar a la alcaldía de Cádiz. Y siguió siéndolo durante un tiempo, los primeros años, hasta que se dio cuenta –le costó hacerlo– de la realidad. Hoy día apenas habla ya de ... ello, pero hay que remontarse exactamente ocho años atrás para establecer el contexto que ha llevado a los sindicalistas de UGT a emitir el duro comunicado hecho público ayer.
En 2015, Kichi era un profesor liberado sindical por Ustea. Y decidió presentarse a las elecciones municipales bajo el paraguas de Podemos. Durante meses se dedicó a hacer promesas envueltas en palabras grandilocuentes que, ocho años después, se han demostrado absolutamente falsas. Transparencia, listas abiertas, regreso de los gaditanos que habían tenido que emigrar, parar los desahucios... y municipalización. Acusaba Kichi a su antecesora, Teófila Martínez, de explotar a los trabajadores al externalizar los principales servicios municipales. En su imaginario, es una de las más perversas consecuencias del capitalismo. En lugar de formar el consistorio sus propias plantillas, subcontrata los servicios a empresas para abaratar costes.
Con todo ello iban a acabar los nuevos dirigentes de la ciudad, que traían «aire fresco». Ocho años después, los principales servicios municipales siguen prestándolos empresas privadas subcontratadas por Kichi. Los autobuses, subcontratados. La limpieza, subcontratada. Algo lógico y muy habitual en todos los ayuntamientos de España, pero que el comunismo extremista no acaba de comprender.
Alegará el alcalde que son empresas con muy altos costes, con maquinaria muy cara. Y tendrá razón. Pero es algo que se sabía mucho antes de que llegara. De hecho él lo sabía. Y engañó a la gente. Y si no lo sabía, aún peor, pues es un inconsciente político. En cualquier caso, la lógica se impuso. Lo que ya es inexplicable es lo del Museo del Carnaval. Después de ocho años ha conseguido ponerlo en pie. Cabría suponer que los que allí vayan a trabajar sean empleados municipales. Pero no. También los va a subcontratar. En este caso uno de los motivos es la lentitud de la burocracia, otro de los grandes problemas para cualquier dirigente público. Kichi tenía dos opciones: esperar a que todos los papeles estuvieran arreglados y municipalizar el servicio o mirar por sus intereses políticos y acelerar la inauguración antes de las elecciones aunque sea con trabajadores externos. Y entre ambas opciones ha elegido la segunda. Él, el que dijo que nunca lo haría. Él, que tanto prometía.
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