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Gamberrismo que sale muy caro

Los gaditanos se han acostumbrado a vivir en un estado de semiabandono

El apunte

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Cádiz, los gaditanos, se han acostumbrado a vivir en un estado de semiabandono. No el centro o las zonas turísticas, que relucen y dan brillo a la Tacita de plata. Pero en los barrios humildes, la falta de mantenimiento urbano ha derivado en una dejadez tremenda por parte de muchos de los vecinos.

Ya se sabe. Cuando algo está limpio y esplendoroso, no 'invita' a ensuciarlo, pero una vez que se degrada, parece más fácil estropearlo, como si uno no se sintiera tan culpable. Así funciona el ser humano, así funcionan sobre todo los guarros y los vándalos.

Y en esta ciudad hay muchos, o si son pocos son excesivamente ruidosos. En estos tiempos es habitual encontrarse parte del mobiliario urbano destrozado o paredes recién encaladas ya empañadas por algún graffiti de dudoso gusto. Porque no toda pintada es arte urbano, Banksy sólo hay uno y salvo contadas excepciones los sprays de colores sólo dejan imágenes horrendas y frases absurdas.

Uno de sus objetivos es la escalera de caracol que da acceso a las playas de Santa María del Mar y la Victoria, en continua renovación ya que los gamberros se ceban con esta infraestructura, la cual se mantuvo durante un largo tiempo en desuso por lo mismo. Recordable es aquel atentado contra la fuente de los niños del paraguas, que acarreó 3.000 euros para el arreglo con cargo a las arcas públicas. Porque eso es así: la pillería de uno la pagamos entre todos.

Los vecinos están hartos de estas situaciones y piden mayores penas para los vándalos y la instalación de más cámaras de seguridad para cazarlos, además de mayor presencia policial (hasta hace pocos meses apenas había agentes municipales). Por otro lado, es fundamental la labor pedagógica pues la mayoría de estos crímenes contra el patrimonio urbano vienen de la mano de jóvenes insensatos, cuyos actos condensables y sancionables son más producto de la inconsciencia que de la maldad. Esta sociedad, empezando por los adultos, ha de hacer un acto de contrición, reconocer sus lagunas en el cuidado de las ciudades y abogar por una educación que valore no sólo lo personal sino también lo material. Que lo que está en la calle no es que no sea de nadie, sino que precisamente es de todos

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