APUNTE
El fracaso interminable
Una nueva víctima de la violencia de género confirma que el drama continúa entre el estupor y la desorientación de una sociedad paralizada
Entre minuto de silencio y minuto de silencio. Entre duelo y duelo. Entre declaración de estupor y declaración de estupor. Entre todo ese dolor que apenas sabemos gestionar ni asimilar como sociedad quedan los números y las cifras. Queda la realidad. Y nos dice que ... no avanzamos en la lucha contra esa lacra vergonzante que es la violencia de género, los crímenes machistas en el ámbito doméstico. Los datos del Ministerio del Interior acaban de sumar la doble muerte de San Roque, en la última semana de enero, al luctuoso listado asociado a este fenómeno. El hombre finado disparó a su mujer y luego se suicidó, según la investigación. Por tanto, la lista no deja de crecer, en la provincia (aún retumban los disparos que acabaron con Eva), en Andalucía (con un último caso muy similar al de San Roque en la provincia de Jaén) y en toda España. La sensación de perplejidad es insoportable. Nadie sabe qué hacemos mal. Se supone que la raíz arranca en la educación (la académica y la familiar) pero nadie acierta a determinar si las medidas que se están aplicando son válidas. Incluso, dudamos ya sobre la conveniencia de la difusión de estos sucesos en los medios. El centro del drama es que el número de muertes no desciende. Y la muerte admite pocas dudas e interpretaciones. Es una tragedia. Con esto no se juega. Las cifras vienen desde la Subdelegación del Gobierno en Cádiz. El machismo asesino y humillante sigue cobrándose víctimas de una forma aterradora, a un ritmo atroz.
Los datos confirman que los adjetivos no son exagerados. En la provincia, hace años que superan las 3.000 las personas que denuncian cada año esta amenaza y reciben protección. A ese número, alarmante, hay que sumar el de los casos que no se denuncian por miedo. De hecho, el episodio de La Alcaidesa, como el de Jaén, no tenía denuncias ni señales previas. Es imposible detectar cada situación de riesgo. Es mejor evitar la especulación de cuantificar el miedo por aproximación. La estadística dice que la víctima más común está entre 35 y 41 años. Es la edad crítica. Cuanto menor renta 'per cápita', más peligro. Pero no nos engañemos. La casuística dice que la violencia machista puede aparecer en cualquier sector social, en cualquier franja de edad. De hecho, lo más preocupante es que en las generaciones más jóvenes existe una dolorosa reproducción de este tétrico fenómeno. Un fracaso de toda la sociedad: padres, docentes, administraciones, medios y empresas.
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