El Apunte

El Carnaval de la participación

El nuevo Ayuntamiento debe decidir primero qué modelo de organización merece la fiesta grande de la ciudad

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Parafraseando a Sacchi o a Valdano, el Carnaval es lo más importante de las cosas no importantes. En Cádiz, tal como el fútbol, es una religión, una forma de vida que además guarda un cariz económico aunque muy lejos del motor industrial que podría ser. Su ser genera un profundo debate entre el gaditano (y los de fuera también), pues cada uno tiene su particular visión de cómo debería ser el Concurso y la fiesta en la calle.

Hace ocho años, los principales protagonistas, autores, intérpretes y artesanos, se felicitaban porque por vez primera un compañero ostentaba la Alcaldía de la ciudad. Pero Kichi, otrora comparsista con Jesús bienvenido, delegó sus funciones quizás por temor a perder amistades. Sus delegadas quisieron revolucionar este universo tan criticado, a veces en exceso, pero tras muchas vueltas la noria se quedó en un destino tangencial al origen. Casi nada ha cambiado, y eso ha provocado una profunda decepción entre los creadores más relevantes.

El nuevo Ayuntamiento se enfrenta ahora a un reto complejo pues el ambiente ha trocado de ilusión a desgana. Las altas expectativas han propiciado un golpe aún mayor. Pero antes de tomar cualquier iniciativa, hay que preguntarse (y responderse): ¿Qué Carnaval queremos?

Ha de quedar claro que el Carnaval, comprendiendo COAC y su festividad en la calle, funciona. De ahí los resultados. Pero se percibe un cierto agotamiento más en los generadores que en los aficionados. Bruno García y su concejala de Fiestas, Beatriz Gandullo, tendrán que decidir sobre su organización. Pueden mantener el modelo actual, en el que el Consistorio es el organizador y por tanto único responsable, u optar por recuperar una figura similar a la del Patronato (que ellos mismos crearon) dando a los carnavaleros el poder. No obstante, se erige una tercera vía, híbrida, que reúne mayor consenso, también porque es la única aún no explorada. Y es la creación de un órgano que represente a todos los colectivos de la fiesta y que tenga carácter consultivo, no ejecutivo. Pero con una participación real, no la pantomima de los foros que no convenció a nadie pues allí sólo llegaban las decisiones ya tomadas.

Esa será la base sobre la que se definirá el Carnaval del futuro. Y a partir de ahí, resulta innegable poner en el debate la necesidad de recortar las sesiones interminables y fijar una estrategia para actuar cuando la fecha sea excesivamente temprana y las agrupaciones inscritas muy numerosas (criba previa, sesiones de tarde, adelantos de horario...). Tiempo y hora están marcando el Concurso actual y provocando un desgaste en todos sus estamentos.

Este Carnaval ha crecido tanto que se le empiezan a romper las costuras y son precisamente las voces más autorizadas las que advierten de una sobreexposición y de fallos estructurales que pueden llevar a reventar a la gallina de los huevos de oro de la capital gaditana.

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