OPINIÓN

A vueltas con el cine social

Siempre quedará la capacidad para soñar e imaginar y poder evadirnos ante la pantalla

Eduardo Moyano

Cádiz

Me hablan de cine social como si fuese algo de ahora mismo. No hay que remontarse al neorrealismo italiano o al cine de los años setenta en el Reino Unido y cineastas como Ken Loach, si no que entre los grandes clásicos del cine se abordaban ya cuestiones como el desempleo, la precariedad laboral, el acoso en el trabajo, la pobreza o la falta de vivienda. Títulos como «Las uvas de la ira», de John Ford ; «Los viajes de Sullivan», de Preston Sturges o, por ejemplo, »La sal de la tierra» , de Herbert J. Biberman son todo un reflejo de las sociedades de la época y es que el cine es memoria de nuestro tiempo. Nada volvió a ser igual desde que se inventó el cinematógrafo hace 128 años. Esos actores y actrices que seguimos viendo en la pantalla se nos muestran tan vivos como si al salir de la sala oscura, o de nuestra sala de estar nos fuésemos a encontrar con ellos por la calle y pudiésemos seguir sus pasos. Por eso no hay nada nuevo, no hay etiquetas que no se repitan una y otra vez porque la sociedad, en muchos aspectos, no ha evolucionado tanto como pensamos.

Si el cine clásico trataba temas sociales, en España tampoco nos quedábamos atrás porque en los años cincuenta se pudieron estrenar algunas excelentes películas que burlaban la censura oficial, aunque no encontrasen muchas ayudas para una buena distribución. En la posguerra la cinematografía española se alimentaba de películas historicistas, folklóricas o comedias «blancas» por eso tiene un extraordinario mérito la realización de filmes que hablaban de la otra España, de la que vivía en la calle, la que se buscaba la vida en unas condiciones extremadamente difíciles. Berlanga junto a Juan Antonio Bardem narraba la precariedad en que vivía una pareja de recién casados en «Esa pareja feliz» , en que solo la suerte en un concurso radiofónico podía hacerles «reyes por un día». La vivienda , como ahora, era todo un problema como describe Berlanga en aquel feroz alegato contra la pena de muerte que era «El Verdugo» pero, en que el protagonista aceptaba ejercer esa profesión a cambio de un piso. Algo a lo que tampoco fue ajeno el italiano Marco Ferreri cuando dirigió en España «El pisito», otra comedia negra con guion de Rafael Azcona, en que tras doce años de noviazgo tradicional , los protagonistas tratan de conseguir un piso para `poder casarse.

El polifacético Fernando Fernán Gómez protagonizó «El inquilino» en que se hablaba del desahucio de una familia. La dirigió José Antonio Nieves Conde, un director que había caído en desgracia tras dirigir siete años antes, en 1951, «Surcos» en que narraba con crudeza la emigración de una familia campesina al Madrid de la posguerra. Nieves Conde, de ideología falangista, sorprendió a los censores y la España oficial con aquella película que era un crudo reflejo de la sociedad de posguerra .

Siempre ha habido y habrá cine social porque es un reflejo de nosotros mismos y el cine vive de la realidad por muchas ficciones que podamos crear. Siempre quedará la capacidad para soñar e imaginar y poder evadirnos ante la pantalla pero, al mismo tiempo, el cine es y será un espejo de nuestra sociedad.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación