Opinión
Green Border. Fronteras del horror y la desesperanza
La cineasta muestra su sensibilidad artística adentrándose en una de las cuestiones que más afectan a la sociedad europea como es la llegada de refugiados e inmigrantes
Ciento veinte millones de refugiados hay en el mundo, según ACNUR. Ciento veinte millones de personas que huyen de manera desesperada de sus países donde las guerras se suceden sin tregua. Ucrania, Palestina, Sudán o Siria viven diariamente la violencia, la destrucción y la muerte. ... La veterana directora polaca Agnieszka Holland , siempre preocupada en su cine por su país y todo aquello que afecta al continente europeo, se ha vuelto a poner detrás de la cámara, después de tres años al frente de la Academia de Cine Europeo. Dejando a un lado la gestión burocrática Agnieszka Holland ha diseccionado en su cine un pasado como el Holocausto y se ha situado en un presente como el conflicto moral y político en la frontera de Polonia y Bielorrusia
La cineasta muestra su sensibilidad artística adentrándose en una de las cuestiones que más afectan a la sociedad europea como es la llegada de refugiados e inmigrantes.
En Green Border, Holland cuenta crudamente a todos los europeos la violencia que ejercemos contra migrantes y refugiados. Su cámara nos dice que no miremos para otro lado que, entendamos el trato deshumanizado que hay para quienes huyen de las guerras o la pobreza y creen que en Europa van a revertir sus pésimas condiciones de vida. En España ,Andalucía, en particular Cádiz, Málaga y Almería reciben miles de inmigrantes todos los años, lo mismo que está ocurriendo en las Islas Canarias. No es comparable a los hechos que se cuentan en esta película, salvo algunos casos puntuales, pero el trato no es tan denigrante . «Green border», como digo, pone su foco en la frontera de Bielorrusia con Polonia donde la violación de los derechos humanos se ha producido, de forma sistemática, desde 2015, con la llamada «crisis de los refugiados».
La directora, que tuvo problemas con el anterior gobierno polaco, muy radicalizado contra la inmigración, considera que los inmigrantes están siendo utilizados como armas políticas y no como seres humanos
Aquí, esa situación, la vivimos a través de una familia siria que tiene el convencimiento de que serán acogidos en Suecia, pero en su camino se encontrarán con todo tipo de trabas y una desmedida violencia. El bosque que no los lleva a ninguna parte, un lugar simbólico, pero también real, es una fosa en sus ilusiones y las de otros refugiados de Afganistán, Marruecos u otros países del África más profunda. La frontera entre Bielorrusia y Polonia reúne a refugiados, policías de ambos países o grupos de cooperantes que intentan aportar la escasa ayuda que pueden prestar por las restricciones a que son sometidos. Un caos en que los primeros son los más perjudicados.
La fotografía en blanco y negro, según la propia directora, trata de conectar el presente con el pasado, una manera de incidir en que la violencia está en todas las épocas y que no podemos olvidar las grandes tragedias vividas en el continente europeo.
La película de la directora de «Europa, Europa», con sus diferencias, me recuerda a «Viaje a la esperanza», una cinta suiza de 1990 que mereció el Oscar y que ahondaba en la odisea de una familia kurda camino de Suiza , sufriendo todo tipo de situaciones y penurias. Hechos muy similares a los que se relatan ahora y que ocurrieron hace la friolera de treinta y cuatro años.
«Green Border» es, ante todo, una película necesaria, pero Agnieszka Holland se ha excedido con la duración del filme, dos horas y media, y creo todo lo podía haber contado con una hora menos de metraje. No es una película fácil y si un testimonio realista del horror de quienes huyen de la violencia para sufrir, de la misma manera, en este viejo continente.
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