Opinión

El amor de Andrea: Cádiz, una protagonista más

Manuel Martín Cuenca invita a que veamos a un Cádiz más bonito que cualquier otro escenario

Eduardo Moyano

Pocas veces he visto en el cine un Cádiz tan reconocible como el que nos muestra «El amor de Andrea», la última película del realizador almeriense Manuel Martín Cuenca que, se estrenará el próximo fin de semana.

La película respira Cádiz por todos los ... rincones. Las olas de la Caleta; la playa, los baños , el castillo de San Sebastián, la catedral, el mercado, los parques y las calles estrechas donde pueden escucharse los pasos de los viandantes camino de casa o buscando la caña y la tapa en bares y terrazas.

Es un Cádiz con un sol más apaciguado, otoñal, en el que vemos hasta un día de suave lluvia. Es un Cádiz en el que transitan unos personajes que buscan salir adelante, con una madre que trabaja de sol a sombra y una adolescente que se ocupa de sus dos hermanos pequeños con las obligaciones de una adulta; mientras el padre permanece ausente, fuera de ese círculo familiar que abandonó hace algún tiempo.

Manuel Martín Cuenca busca otros temas alejados de su cine inquietante que muestra la maldad de los seres humanos. La xenofobia; la pedofilia, el incesto o el rapto de bebés se suceden en sus películas desde su debut en el largo con «La flaqueza del bolchevique» y posteriores filmes como «Caníbal», «La hija» o «El autor». Aquí se aleja de esa temática

Andrea, la adolescente de quince años, está interpretada por la joven gaditana Lupe Mateo Barredo , quien da consistencia a un personaje sobre el que recae todo el peso de la película. Es una joven dulce que cuida de sus hermanos con absoluta responsabilidad y que apenas tiene tiempo para ella misma. Solo se pregunta por qué su padre las abandonó al no encontrar respuestas en su madre. Así que pone todo su ahínco en encontrarle porque quiere recuperar sus derechos como hija.

La protagonista no puede vivir su adolescencia, tiene demasiadas obligaciones, pero también quiere saber que pasó y que la alejó del padre en una infancia difícil por los problemas económicos, las continuas visitas a la abogada o la sombra de los malos tratos.

Andrea se recuesta en la playa y se deja adormecer por el sol. La acompaña un libro que le regaló su padre, «Juan Salvador Gaviota» que, es un aprendizaje de la vida y en el que también subyace la idea del perdón. Ese libro lo abre mientras las gaviotas revoletean sobre ella con una cámara que describe su determinación y al mismo tiempo sus pequeños instantes de intimidad .

Manuel Martín Cuenca invita a que veamos a un Cádiz más bonito que cualquier otro escenario, con una adolescente que no le tiene miedo a la cámara y que trasmite sus sentimientos al espectador. Un Cádiz sin tópicos y sí, muy real.

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