Opinión

Abusos de poder y violencia

Esta semana de reencuentro con las salas han coincidido tres películas ambientadas en nuestros días, en las calles o las viviendas de nuestra sociedad occidental

Esta semana de reencuentro con las salas han coincidido tres películas que hablan de abusos y maltratos. Son todas películas ambientadas en nuestros días, en las calles, los locales o las viviendas de nuestra sociedad occidental.

Cuesta ver como en «El aspirante» película española, se ... hace eco de las «novatadas» en colegios mayores , algo que no se ha erradicado del todo, y que muestra como quienes ostentan el poder no tienen límites para someter a los recién llegados. En la mili recuerdo que en Huesca nos exigían cortarnos el bigote o la barba porque solo podía crecer a los pies de los Pirineos. Como te negabas te apaleaban con las escobas en el cuarto en que te encerraban con la luz apagada y el beneplácito de los suboficiales que miraban para otro lado. Había que soportar el castigo y esperar tiempos mejores.

En «El aspirante» hay abuso de poder y machismo como el que manifiesta el protagonista de «Solo mía», película francesa interpretada por la versátil Virginie Effira que es una mujer que poco a poco comprende que ha caído en la tela de araña de un hombre posesivo, celoso y controlador muy lejos del que se había enamorado y con él que había tenido sus hijos.

Nos hemos acercado a historias como la que narra «Solo para mí» en películas como «Solo Mía», de Javier Balaguer con Paz Vega y Sergi López de protagonistas o «Te doy mis ojos», de Iciar Bollaín con Laia Marull y Luis Tosar, en los principales papeles. El hombre atento, encantador con todos que, pasado el tiempo, quiere tener encerrada en una jaula de cristal a su pareja , a la que somete a todo tipo de vejaciones, llegando a la violencia verbal y física.

«Solo para mí» es la radiografía de una situación agobiante y muestra lo rápido que se afianzan el control y la posesión en una pareja. Es, ante todo, un thriller psicológico con una atmósfera opresiva y una carga mental que hace que los espectadores nos removamos en nuestros asientos.

Me ocurre otro tanto con la película canadiense «Noemí dice que sí» un drama que muestra la vulnerabilidad de las jóvenes que caen en manos de delincuentes sin escrúpulos y que encuentran en ellas, la posibilidad de adquirir dinero fácil.

La película es la antítesis de «Joven y bonita», de François Ozon en que la protagonista decide libremente convertirse en «escort» . Aquí Noemí es manipulada y engañada por el chico del que se enamora que la promete que, por solo un par de días, coincidiendo con la Fórmula uno en Montreal, ganará miles de dólares y podrán marcharse a cualquier lado . Aunque es reacia acaba aceptando.

Lo que más duele en la película es la fragilidad de la adolescente, convertida en un pedazo de carne a la que acuden hombres de cualquier tipo y condición. Desde el millonario hasta el intelectual pasando por el obrero. No ven una niña de quince años y solo piensan en el sexo. En cierto modo, no se diferencia mucho del caso de Giséle Pericot, actualmente en boca de todos, tras conocerse que fue violada por más de cincuenta hombres con la aprobación de su marido. En «Noemí, dice que sí», una adolescente es manipulada y abusada ante la indiferencia de los hombres que la utilizan como un pelele.

Machismo, poder y violencia tres conceptos que , con frecuencia, van irremisiblemente unidos. El cine nos lo recuerda.

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