La doble vara

Parece como si la corrupción de uno y otro partido fueran diferentes. Mientras se crucifica a los del PP, se perdona a los de izquierdas

En este país tenemos una doble vara de medir. Miramos la paja en el ojo ajeno hasta convertirla en una viga descomunal mientras nuestra viga parece no nublarnos la visión. Lo vemos en lo social, en lo político, en lo futbolístico y hasta lo religioso.

Pero, sobre todo, lo vemos con la corrupción. Hoy es uno de esos días, con voces pidiendo el indulto para Griñán y Chaves. Parece como si la corrupción de uno y otro partido fueran diferentes. Mientras se crucifica a los del PP, se perdona a los de izquierdas. Como si se igualase unas cremas con 700 millones de euros de los parados pagados en putas y coca. La macrofiesta que aguantó el chiringuito socialista andaluz durante 40 años y que dejó momentos rocambolescos.

Desde personas cuyo trabajo era encender un ordenador (dándole al botón), hasta beneficiarios de ERE que habían comenzado a trabajar a los pocos meses de nacer. Todo valía. Andalucía era su cortijo y el señorito andaluz vestido de Griñán o Chaves hacia a su antojo.

En Cádiz sabemos de eso. Lo saben los de Delphi que sobrevivieron cobrando por ir al cine, hacer cursos online de catas de vinos y otras similares que mantuvieron la boca cerrada mientras el dinero llegaba a la saca. El pan y circo andaluz arrancaba en San Telmo pasando por la sede del PSOE. El partido incorrupto que goza de inmunidad social se ha encontrado con un grave problema. Sus barones andaluces han sido imputados y condenados a poco tiempo de las elecciones. Y eso va a provocar que el octogenario Griñán toque con sus galones en prisión. La foto bien vale un Gobierno nacional y todos lo saben.

Veremos si la doble vara de medir política sigue sirviendo a la izquierda; o si el votante ha despertado y va a cobrarse la corrupción. A la derecha seguro le costaría el poder, ya le pasó con una Gürtel que fue diluyéndose como un azucarillo en taza de café. Pero a la izquierda española, la de la superioridad moral, no le ocurre. Sus votantes se hacen fuertes, radicalizados en el idealismo trasnochado de una Guerra Civil que hace mucho que acabó.

Andalucía ha sido un aviso a navegantes. Aquí el PP ha mostrado una cara amable, alejada de corruptelas pasadas y ha logrado ascender al poder absoluto callando bocas a base de trabajo y no de tramas corruptas. Alejados de cortijos y señoritos a caballo de un partido y una rosa.

Esta tierra ha dado la vuelta al calcetín y, cuando ha visto lo que escondía dentro, lo ha tirado a la basura. Aun así, desde la izquierda nos llaman ignorantes y borregos, catetos andaluces que hemos caído en la idílica visión que nos ofrece la derecha mientras ríen como hienas en los despachos de San Telmo. Se olvidan que eso lo vivimos durante 40 años y que hemos aprendido. Entre otras cosas a diferenciar corruptos de honestos. Sin importar colores ni partidos. Hemos roto la doble vara de medir para medir la política por sus resultados. Solo el votante sabe si ocurrirá lo mismo en el resto de España o se seguirá perdonando todo a la izquierda.

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