TIGRES DE PAPEL
El heroísmo de debilidad
Hay que ser valiente para confesarse frágil, pero los valentones se han lanzado a criticar a la señora Ardern. Recuerden las lágrimas de Aquiles
Una de las cosas que nunca podrán traernos ni la inteligencia artificial ni los necios es la piedad o la misericordia. La razón instrumental puede recrearse, pero parece difícil imaginar que una máquina o un bobo puedan interrumpir el curso de su programación para abrir ... espacio a consideraciones morales que estén fuera de carta. La ciega aplicación de una regla es una forma de ensañamiento. Por eso los griegos se inventaron un concepto que todavía hoy sobrevive en castellano, la epiqueya, y que nos invita a adaptar la rígida aplicación de las normas. Los romanos, herederos de aquella intuición, lo resolvieron con el célebre adagio que rezaba «summum ius summa iniuria».
La excepción casi siempre resulta incomprensible. Puede que este sea el motivo por el que ha sorprendido tanto la dimisión de la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern. La implacable norma de la mediocridad nos ha enseñado demasiadas veces que los imbéciles y los incompetentes suelen aferrarse a los cargos más tiempo del debido. No sólo celebramos nuestra competencia imaginaria de forma sesgada, sino que cuando no somos nosotros los elegidos, solemos mascullar lo bien que lo habríamos hecho nosotros o cualquiera de los nuestros.
Jacinda no. La política neozelandesa ha puesto fin a su mandato porque estaba agotada y porque ha confesado que siente que no es la persona más idónea para el cargo. Noble reflexión sobre la que absolutamente nadie debería elaborar ningún juicio que no fuera compasivo o de admiración. Hay que ser muy valiente para confesarse frágil, pero los valentones, que siempre esconden un problema de miseria o autoestima, se han lanzado a criticar a la señora Ardern. Recuerden las lágrimas de Aquiles.
Siempre fue igual. Ya en el patio del colegio fuimos testigos de las burlas de aquellos eunucos morales que se burlaban del niño gordito que echaba el bofe en clase de gimnasia. Son los mismos chacales que intentan disimular sus complejos hipertrofiando la debilidad ajena y que ahora, desde el sofá de casa, pontifican sobre la fragilidad de una mujer que llegó mucho más lejos de lo que ellos o ellas jamás conseguirían.
Mi conocimiento de Jacinda sólo es parcial y aproximado. Pero tengo que reconocerle una valentía casi heroica por habernos enseñado algo que ya sabíamos, pero que creíamos que sólo nos pasaba a nosotros. En un mundo donde probados incapaces toman decisiones relevantes, hay que ser muy noble para romper la regla y bajarse del barco. No me atrevo a hacer juicios mayores sobre su gestión, aunque al tener constancia de todo lo sucedido la memoria se me fue a Platón. El de Atenas decía que el mejor político es aquel que rehúye serlo. A lo mejor la señora Ardern se equivoca y es ella la mejor primera ministra que Nueva Zelanda podría darse.
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