Hasta siempre Maestro

Y aunque creo que cada uno de nosotros lo habrá vivido y sentido a su manera, a mí me toca en esta ocasión dejar por escrito un recuerdo imborrable. No suele gustarme hablar de nuestras vivencias en primera persona, pero en esta ocasión es para mi de ley recordar ese duro momento. Nos encontrábamos maquillándonos para la actuación de Los Negros en la última sesión de cuartos en el colegio de La Salle Viña, eran aproximadamente las seis de la tarde, y en pleno proceso de concentración, euforia y emoción, recibo un breve aviso de José Manuel Pedrosa, poco después me comunica la triste noticia… mi reacción… no se aún ni cómo explicarla, la sensación de desasosiego apenas a unas dos horas de actuar en el concurso era de auténtico mazazo, nada comparable con lo que estaría viviendo la familia de Julio, pero puedo decir que en nuestro grupo la admiración al grandísimo autor y a su obra hizo que muchos de nosotros nos derrumbáramos.

Tan solo unos minutos más tarde decidí contactar por teléfono con mi amigo Antonio Rivas, en una breve conversación cargada de emoción en la que se produjo uno de los momentos que para mi quedarán grabados para siempre. Antonio me dijo: «David, Julio ha dejado grandes coros pero también ha dejado a grandes rivales, ese es su legado, así que salid ahí y hacedlo como sabéis, ese es el mejor homenaje que le podéis dar». Casi sin darme cuenta y por boca de su autor de letra y pareja inseparable, recibimos la última lección del gran genio que aquel día se nos iba. Ciertamente no solo dejó un gran legado, si no que ha contribuido a hacernos a todos un poco mejores y a querer superarnos cada año. Gracias Julio, por haber sido un maestro hasta el último día.