OPINIÓN
Zuckerberg, eres un veleta
Lo que alguna vez se presentó como un espacio de libertad se transformó en un escenario donde se condicionaban resultados electorales en las llamadas democracias liberales
En su momento, creímos que las nuevas empresas de internet, nacidas en su mayoría del vibrante ecosistema de las redes sociales y con sede en el romántico Silicon Valley, eran heraldos de una era de renovación y progreso. Traían consigo una mentalidad que prometía modernizar ... el tejido empresarial, un espíritu de innovación que parecía imparable.
No pasó mucho tiempo antes de que esta promesa conquistara también a los emprendedores de nuestro país, incluso tras la gran crisis económica. Muchos volvieron la mirada hacia aquella meca tecnológica, inspirados por jóvenes visionarios que habían transformado sus ideas en imperios. Uno de los ejemplos más icónicos era Mark Zuckerberg, creador de la red social más grande del mundo, convertido en el rostro de una generación de empresarios jóvenes que parecían tocar el futuro con las manos.
Sin embargo, con la entrada de Elon Musk, lanzallamas en mano, en las oficinas de su recién adquirida Twitter, ahora renombrada X, se desveló lo que durante años había sido un secreto a voces. Los gestores de estas plataformas, aliados con ciertos lobbies, habían asumido el poder de no solo dirigir nuestras decisiones de compra, sino también de moldear nuestra ideología y pensamiento. Lo que alguna vez se presentó como un espacio de libertad se transformó en un escenario donde se condicionaban resultados electorales en las llamadas democracias liberales: veto a cuentas de influencers políticos, censura de comentarios incómodos para la nueva hegemonía cultural, y una vigilancia silenciosa disfrazada de neutralidad.
Esta complicidad entre gobiernos y empresas reforzaba, a través de la propaganda mediática, la idea de que no había censura alguna en las redes sociales, desestimando las críticas como meras conspiraciones de la extrema derecha. Sin embargo, los hechos narraban otra historia.
Hace apenas una semana, Zuckerberg, uno de los mayores artífices de esta maquinaria de control a través de Facebook e Instagram, sorprendía al mundo con un video en el que anunciaba un giro inesperado: la decisión de «regresar a los orígenes» y dejar de restringir la libertad de expresión. Tal vez la alianza entre Musk y Trump haya precipitado este cambio, pero lo que realmente me estremece es la tranquilidad con la que Zuckerberg admitió haber limitado nuestras voces durante años. Lo hizo sin pudor, como si no hubiera nada que explicar ni nada que lamentar.
Resulta que Zuckerberg es solo un veleta sin ideales.