OPINIÓN
Las tres flechas
En esta ausencia nosotros nos construimos de manera más auténtica, alejándonos de nuestro falso yo
El viaje de la vida nos conduce por una variedad de senderos, inicialmente todos muy personales y distintos. Con el tiempo, nos encontramos con otros seres en este trayecto. Este encuentro, al final, se torna imprescindible; no hay forma de evitarlo.
Sin embargo, el mundo ... en el que vivimos, este mundo que hemos moldeado con las mejores intenciones nos vuelve cada vez más egocéntricos o, como se ha dicho últimamente, excesivamente individualistas.
Considero que este individualismo, aunque nos ha beneficiado en muchos aspectos, al final, no podemos sostenerlo para otros tantos, como sucede con el concepto de familia.
Partamos de la premisa de que llegará un momento en el que la familia dejará de ser relevante. No me refiero a la diversidad de formas familiares; todas son válidas y no necesitamos ser particulares al respecto. Sin embargo, la importancia de la familia disminuirá, y con ello, nuestra humanidad se verá mermada.
Desde tiempos inmemoriales, tal vez cuando éramos nómadas, es posible que tuviéramos que proteger a nuestros seres queridos con nuestras propias vidas, desarrollando instintos que hoy en día son mucho más complejos. Quizás nos reuníamos alrededor del fuego, todos juntos, buscando protección y calor. La familia es tan natural como la vida misma.
En algún momento de nuestros orígenes como especie, nos miramos unos a otros y nos comprendimos. Nos dijimos: «Quiero dormir tranquilo y verte dormir en paz. Cuando tengas sed, te ayudaré a encontrar agua, sabiendo que en algún momento me consolarás con un abrazo. Y aunque no lo hagas, siempre estaré aquí para ti».
No puedo evitar sentirme como un náufrago, navegando entre distintos mundos. Por un lado, está ese antiguo mundo en el que la familia era lo más importante, el mayor logro de la vida. Generación tras generación, llegaba el momento de establecer una familia. No solo me refiero a tener hijos, sino también a tener compañeros, personas con las que compartir empatía diaria. En esta experiencia, se forja una pequeña muerte del ego, cuando notamos que no podemos dejar de mirar un asiento vacío en la casa, o cuando compramos en el super en formato ahorro familiar por costumbre. En esta ausencia nosotros nos construimos de manera más auténtica, alejándonos de nuestro falso yo.
Deseo que mis hijas no vean como un logro único el hecho de formar su propia familia, sea cual sea el modelo que elijan. La familia es un proyecto noble, pero algo está cambiando, y no es conveniente que continúe así. Alguien, no sé quién exactamente, parece interesado en mantenernos separados y desorganizados.
Para concluir, me gustaría compartir mi comprensión de la familia a través de una breve historia oriental:
En un antiguo feudo japonés, vivía un viejo samurái con sus tres hijos. Durante décadas, el padre había instruido a sus hijos en el arte de la guerra, preparándolos para el combate y el ataque en todas sus formas. Sin embargo, un día, en un momento crítico de su vida, quiso impartir una última lección antes de partir.
Decidió regalarles a sus hijos tres flechas de madera, para que recordaran siempre el verdadero significado del poder de una familia unida. Uno de ellos, el más fuerte, consideró el regalo como un insulto, incapaz de comprender por qué les otorgaba simples flechas de madera. Para él, eran objetos frágiles y débiles, lejos de representar su fortaleza.
El viejo samurái explicó con claridad: «Por separado, estas flechas son frágiles y fáciles de romper. Pero juntas, intentad quebrarlas y veréis que es imposible». Desde ese momento, los tres hermanos samuráis comprendieron el poder de la verdadera unión dentro de la familia, una buena defensa era el mejor ataque posible. Tanto es así, que sus enemigos creyeron que poseían algún tipo de poder mágico que los hacía invencibles.