OPINIÓN
Tengo pocas cosas
No es necesario vivir con privaciones extremas para llevar una vida cómoda, equilibrada y sin sobresaltos
Se acerca una época marcada por la espiritualidad, la religión, el misticismo. La Semana Santa pone de relieve sentimientos profundos en muchos creyentes que encuentran en estos días una oportunidad para practicar la ceremonia y la liturgia.
Yo, por mi parte, aprovecho este momento para ... reivindicar otro tipo de espiritualidad: la del día a día. Esa que se manifiesta en lo cotidiano, casi en silencio, sin necesidad de templos ni procesiones. El ritmo diario nos ofrece —como si se tratara de una suerte de destino o mandato— la posibilidad de ejercitar una serie de valores que no siempre resultan evidentes, pero que pueden transformar nuestras vidas de manera profunda.
Me refiero a valores como la moderación, la humildad, la mesura. En una sociedad en la que, paradójicamente, se profesa la fe, pero se desprecia la sencillez, muchos asocian la vida austera con la mediocridad o la pobreza. Sin embargo, cualquiera que haya construido un patrimonio sólido y duradero sabe que detrás de ese logro hay esfuerzo, trabajo constante y, sobre todo, capacidad de ahorro. Se requiere un alto grado de autorrealización y autocontrol para hacer de estas virtudes un estilo de vida.
No es necesario vivir con privaciones extremas para llevar una vida cómoda, equilibrada y sin sobresaltos. Muchas personas, tras hacer un ejercicio consciente de simplificación, dedican su tiempo a los demás. Esta combinación —austeridad y entrega— puede acercarnos, quizás más que ninguna otra práctica, a la vida de un santo.
Me considero creyente, al menos lo suficiente como para valorarme espiritualmente. Pero no soy especialmente devoto de la Semana Santa, al menos no en su forma más tradicional. Por eso hoy quiero compartir una frase que resume mejor que yo mismo lo que he intentado expresar en esta columna. Es de San Francisco de Asís, y encierra una sabiduría sencilla y profunda, digna de ser repetida como un mantra:
«Tengo pocas cosas, y las pocas que tengo las necesito.»