OPINIÓN
Son nuestros niños
Traje al mundo a mis dos niñas con la promesa de no perder ni un solo minuto de vida en algo que no facilitara nuestro sustento
Cuando nacen nuestros hijos, en el instante en que hacemos el primer contacto con su pequeño rostro, se crea una eterna promesa. Nos comprometemos, de manera natural, a hacer todo lo posible para protegerlos y amarlos incondicionalmente.
Proveerles comodidad y sustento es esencial para su ... desarrollo. Porque somos lo que somos mientras tengamos la seguridad del alimento diario y un techo bajo el cual cobijarnos. Con eso, nos hacemos la promesa personal de un mañana mejor. Es imposible aprender a soñar con hambre o frío. Porque lo primero es lo primero.
Traje al mundo a mis dos niñas con la promesa de no perder ni un solo minuto de vida en algo que no facilitara nuestro sustento, el de ellas, sobre todo, pero también el de la familia en general. Quería proveerles después de la materia necesaria para sus sueños.
Y cada día sueño con muchas cosas. Son cosas que quizá nunca se cumplan. Cosas como un instituto de secundaria en la zona donde vivo, en La Barrosa. En la zona donde ahora viven mis amigos, mis vecinos, mi comunidad. En Chiclana de la Frontera.
Podría ser posible, porque cada día nos levantamos para trabajar en lo que llaman el motor económico de nuestro país: el turismo. Somos quienes servimos los helados, quienes preparamos los cafés, quienes limpiamos las habitaciones de hotel, quienes diseñamos los logotipos de los negocios, quienes atendemos las tiendas en agosto. Somos también quienes han llegado para empezar una nueva vida teletrabajando, pero sin tiempo para la playa y el ocio que disfrutan los visitantes.
Nuestros niños se levantan antes de lo que deberían para emprender el camino a la escuela. Cada mañana, para que sus padres puedan conciliar, se dirigen al centro de secundaria más cercano para continuar su educación. Esperan el autobús en paradas oscuras y solitarias. Recorren un camino que se hace interminable hasta para el adulto más sensato.
Y nosotros, cada mañana, sentimos que aún no hemos cumplido aquella promesa que nos hicimos al ver su primer paso en el mundo. No les debemos solo un instituto; les debemos un reino entero. Porque ellos son la nueva generación. Nuestros niños.