OPINIÓN
Montoya, por favor
Cuando un contenido se viraliza, trasciende el formato y alcanza a un público improvisado, generando interés incluso en quienes inicialmente no estaban predispuestos a consumirlo
En términos puramente literarios, dramáticos o poéticos, una buena historia puede esconderse en cualquier escena, por cotidiana o absurda que parezca. Hay que tener buen ojo de escritor, una mente observadora y perspicaz para no dejar escapar una narración interesante.
La historia de Montoya y ... sus cuernos en La isla de las tentaciones no es una buena historia, ni tiene un argumento sólido. El formato televisivo, aunque adictivo para una gran parte de la población, no resulta especialmente atractivo desde un punto de vista narrativo. Entiéndase que, aunque en España la escolarización es obligatoria desde hace décadas, parece extenderse un preocupante «analfabetismo voluntario» y por eso el formato tiene éxito.
Sin haber visto el programa, solo las imágenes más virales, me dirijo a mis lectores, a quienes considero mucho más interesados en temas trascendentes e interesantes, para reflexionar sobre el fenómeno de la viralidad en muy pocas palabras.
El propósito del mensaje es llegar al receptor adecuado; en comunicación, esto es un principio básico de eficacia. Sin embargo, cuando un contenido se viraliza, trasciende el formato y alcanza a un público improvisado, generando interés incluso en quienes inicialmente no estaban predispuestos a consumirlo. Lo que hace que un contenido se propaga no es tanto la escena en sí, sino la historia que hay detrás del personaje.
Montoya lleva años presentándose a castings de realities ; Probablemente ha crecido aspirando al sueño de muchos: lograr la fama televisiva como alternativa al mercado laboral tradicional. Es, de cierto modo, una historia de emprendimiento, aunque no la entendamos así a primera vista.
Su caso pone de manifiesto una realidad incómoda: en España, para muchos, la única vía de éxito fuera del funcionariado es la búsqueda de reconocimiento mediático. Esto es, en el fondo, mucho más dramático que una simple historia de infidelidad.